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Mota

La respuesta del gobierno sobre la despenalización de la mariguana es exacto lo que podíamos esperar del autoritarismo.

No es que Enrique Peña Nieto goce de la mayor credibilidad posible, o que los mexicanos confíen en su criterio y aun así, sus colaboradores sostienen la negativa del gobierno a despenalizar el uso de la mariguana.

El gobierno debe abrirse a lo que opina la sociedad y entonces actuar en consecuencia, cuánto más que ahora media una resolución de la Suprema Corte que permite el uso recreacional de la hierba.

Deberíamos avanzar hacia la despenalización, a que el Estado controle la producción, circulación y venta y con los impuestos y ganancias inicie programas contra las adicciones.

Esto empezaría a adelgazar las cuentas de los capos y si la inteligencia financiera de Hacienda funciona, podría rastrear el manejo de esas enormes cantidades de dinero.

Con la despenalización deberían revisar las sentencias de los encarcelados por consumo y dejarlos salir para que sean productivos, lo que bajaría la presión financiera sobre las prisiones.

Pero si Peña está muy preocupado por la venta de drogas, podría empezar a penalizar el consumo de alcohol que también es una droga y que provoca una enorme cantidad de muertes, lo que está suficientemente documentado.

Y ya entrados en gastos que se dedique a vigilar a sus policías, ya que muchos están cubiertos de polvo blanco y de billetes que no ganaron honestamente.

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