top of page

Un fin bueno para nada

¿Será posible que usted esté leyendo estas cotidianas después de permitir que le despelucaran en el buen fin? ¿Ya salió a gastar lo que no tiene ni tendrá pero que habrá de pagar a eme-ese-i o se lo cargó a la tarjeta que le cobrará un comodísimo 45% anual si bien la va a usted? ¿Le calcularon el CAT o prefirió pagar sin ver?

Para que las cuentas le salgan a los dueños de la economía, para que las cosas se mantengan como hasta ahora van, es muy conveniente que el mayor número de personas posible salga desbocado a la calle con la firme convicción de que se trata el mejor fin de semana del año… para comprar.

¿Quién gana con el buen fin? Usted decida, nadie le tiene que nadar diciendo nada.

Son días en los que los comerciantes, pequeños, medianos y grandes, en solitario o en cadena, se convierten en almas caritativas y se anuncian con grandísimos descuentos en sus precios. Más de dos tratarán de verle la cara de pendejo al cliente y le puedo asegurar que lo lograrán.

Ya desde hace meses la reetiquetación (siempre p’arriba y en delante) ha ido a galope tendido. Los ofertones que se anuncian para este fin de semana posiblemente, en algunos casos, sean comparables con los precios de hace tres o cuatro semanas. “¡A mí nadie me ve la cara de imbécil!”, dice la mayoría. Sin embargo, resulta de hueva ponerse a hacer cuentas –porque quizá no las sabemos hacer, pero eso jamás lo hemos de aceptar–, así que mejor pagamos y seguimos pensando que hicimos una grandiosa compra y que las oportunidades no se deben dejar escapar.

Para cuando usted esté leyendo esto ya se gastó una buena feria o sigue llorando porque no tuvo ni con qué irse a parar a la tienda a ver cómo los demás le ganaban tan extraordinarias mercancías a precio de ganga. Las lágrimas rodarán por una o por otra razón. Estamos ya impuestos a obedecer cuantas sugerencias nos haga la propaganda para utilizar nuestra libertad y nuestros escasos ingresos (si es que existieren).

Porque no está usted para saberlo, ni yo para contarlo, pero cuando no hay ingresos, añoramos tenerlos para seguir exactamente el mismo comportamiento de quienes sí los tienen o aparentan tenerlos y gastan a manos llenas en productos por demás inútiles. Nos hemos convertido en consumidores de mercancías que no nos sirven, que nos satisfacen ninguna necesidad real, más que la de seguir demostrando a los demás que podemos pagar por cualquier pendejada. Y nos sentimos felices por ello. Obviamente, quienes se muestran satisfechos y más que felices, son quienes se hinchan la cartera con ganancias espectaculares en un buen fin de semana… para ellos.

Estoy seguro que usted dirá que sí necesita un reproductor blurrei para ver de corrido los nuevos capítulos de Simplemente María o una telota de ultraaltísima definición con interné para poder disfrutar del juego de tercera división de su equipo. O quizá ya es tiempo de cambiar su teléfono celular para bajar los últimos memes sobre el piojo o el Kike y reír sanamente con las fotos que su hermana tomó en sus pasadas vacaciones en Uriangato. Claro aprovechará para darle un laic a la última publicación de los ángeles azules y se sentirá como en un sueño cuando pase de nivel en el candicrosh.

Y comenzarán a llegar las cuentas. Si es feliz poseedor de un puesto de trabajo, en una de esas hasta aguinaldo le toca y el grueso de él, sino es que todo, servirá para aligerar la carga de la cuenta que

creció hasta el infinito y más allá por el tarjetazo que habrá dado para aprovechar las ofertas del buen fin.

Dese una vuelta por las publicaciones donde se comparan precios y podrá ver las enormes diferencias en los precios de una tienda a otra. Hágalo con la intención de reflexionar ¿por qué puede haber diferencias tan grandes? Piense en las diferencias de los productos agropecuarios y calcule las ganancias de quienes se dedican a comprar y revender.

Un obrero que dedica la vida a fabricar componentes para mugres televisores con pantalla led de alta definición… ¿cuánto tiempo debió trabajar para poder adquirir un aparatejo de esos? ¿Y todo para qué? ¿Para verle los lunares a Chabelo el domingo por la mañana? ¿Para ver una y otra vez las películas de los hermanos Almada? Y además deberá estar pagando intereses criminales por haber sacado a crédito lo que tanto necesitaba. Ah, pero durante el buen fin se ahorró una lanota y llegó a su casa con la felicidad envuelta en una caja de cartón con la leyenda made-in-china.

Un fantasma recorre la web, es el fantasma de mi amargura… Me dirán todas aquellas personas que hasta le rezan a santa cachimba para que el buen fin sea todo un éxito. “Yo nada más hago mi chamba”, dicen quienes se dedican a redactar largas notas “periodísticas” para convencer a los incautos a comprar pendejadas. Hacen su chamba también quienes diseñan bellos y convincentes anuncios para imprimir o para videograbar y que la gente los vea una y otra vez y salga corriendo a dejar el poco dinero que podría tener a cambio de transformes, barbies o emocionantes videojuegos para destilar babas a diestra y siniestra.

La persona encargada de las ventas, aún con un salario miserable, estará haciendo su trabajo: convencer para vender, vender y vender. Quien hace la limpieza en el centro comercial atestado de mercancías y compradores, depende también de las ventas que se hagan en el buen fin y en el mal fin, y siempre.

Y para tener todo ese cúmulo de mercancía, de objetos sin una utilidad clara más que la del embrutecimiento y del enriquecimiento de los pocos, es necesario el trabajo casi regalado de millones de personas en el mundo, que afanosamente van terminando con todos y cada uno de los recursos naturales que nos quedan y que llegarán, tarde o temprano, a su buen fin.

mawyaka@hotmail.com

http://www.semanarioelreto.com

http://lascotidianas.wordpress.com

bottom of page