Los prejuicios son criaturas temibles. Anidan en la conciencia y se esconden a plena luz; de tanto estar allí no parecen estarlo y determinan lo que pensamos, lo que decimos, lo que vemos y lo que callamos.
Uno de estos prejuicios es considerar que las expresiones culturales, para ser valiosas, deben revestir una característica preestablecida. Pensando así se diría entonces que para ser escritor, poeta, intelectual “culto”, la obra que creamos tiene que revestir una forma ya conocida. Sin embargo la realidad, a la que gusta entrometerse y desacomodar estas construcciones ficticias nos demuestra que vivimos tiempos en los que el pensamiento creativo radica en lugares distintos y que con el debido cuidado podemos nutrirnos de otras formas expresivas.
Hubo momentos de la historia, en que en la pasarela de la cultura, las novelas, los ensayos y las obras poéticas dominaban el escenario. No quiere decir que ahora hayan perdido importancia. No es así. Más bien, en nuestros días, en los que los medios de comunicación se han fortalecido y logrado una penetración mayor, el periodismo adquiere una nueva dimensión. Actualmente podemos leer opiniones de periodistas que por su formación y pensamiento resultan por la riqueza del idioma y construcción, pequeñas obras literarias. No quiere esto decir que sean ficción. Estos autores emplean todos sus recursos para ilustrar un aspecto, para defender una idea o para atacar a un antagonista. El periodismo ha crecido en dimensión y la contribución constante de un autor nos permite discernir aspectos políticos, económicos y sociales que de otra manera nos resultan extraños e indescifrables.
Esta contribución busca honrar a los periodistas que con integridad transmiten ideas, valores y posturas respecto a lo que nos rodea. No solo se trata de exaltar el trabajo de autores premiados y reconocidos que tienen el honor y la responsabilidad de escribir en diarios con una amplia circulación sino de todos los periodistas que escriben de forma cotidiana en medios locales y regionales. Desde esas tribunas se dirigen a lectores de diferentes ámbitos, sectores e ideologías. Esto no garantiza ni persigue pues que lo que escriben sea del agrado de todos. Lo más seguro es que una opinión genere distintas opiniones y reacciones. Esto es bueno porque obliga a pensar o sobre todo a definirse. Si nos definimos quiere decir que tomamos una posición ante un problema. Tomar una posición debe ser como esa herramienta que gira y avanza pero no puede retroceder. Todo lo que leamos, escuchemos, discutamos debe servirnos para tener una posición. Si no tenemos posición frente a lo que sucede en Juárez, en Chihuahua, en México, en el mundo, no contamos en el juego; somos como una decoración inútil o como un bulto que solo está allí para hacer un muro o una barricada con él.
Nuestro país se encuentra en momentos de cambio y puedes permanecer al margen. Las reformas al régimen del petróleo, a la educación y otras modificaciones no resuelven los grandes problemas nacionales; el ejercicio del gobierno ha probado ser inefectivo para acabar con el crimen, la violencia, la desigualdad y el abuso. Abre el diario y lee las columnas. De esa lectura extrae conclusiones y toma una posición cuando pienses, cuando hables, cuando votes; en suma, cuando luches.
Antonio Canchola Castro
canchol@prodigy.net.mx