Es irónica la forma en que la sociedad atribuye la responsabilidad de algunos sucesos importantes en el país. En el caso de la desaparición de los estudiantes de Iguala (Ayotzinapa), aunque todo parece ser un asunto de la policía municipal y gobierno estatal, se le ha cargado la mano al gobierno federal y posiblemente sea correcto. En primer lugar porque el ejército supo lo que sucedía y al haber un componente del narco involucrado, el tema se convierte en federal y el gobierno ha caminado pifia tras pifia.
En el caso de Topochico se le ha reclamado al gobernador, al parecer con razón. Se tardó en dar la cara, lo que puede ser mejor que responder rápido y mal, pero en su descargo digamos que los penales tienen auto gobierno, o sea que el gobierno está ahí para que no haya desgracias mayores, pero sucedió.
Ambos casos son las peores tragedias del México actual, y en ambos casos es posible que no suceda nada.
El abuso social es amplio, y la única diferencia de Ayotzinapa es que antes no se habían atrevido a una agresión tan amplia y tan abierta. El actuar del gobierno ha mostrado torpeza y renuencia a entrar a profundidad en el tema de la desaparición de personas. En el caso de Topochico surge la pregunta de si la certificación de penales es una simulación mayor, porque una mujer que está solicitando asilo en Estados Unidos, atestigua que el penal donde se recibió al Papa está controlado por el hampa.
Estos casos son si acaso una muestra de la descomposición del país.