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El empleo de la palabra al escribir

Gracias a un suplemento cultural de La Jornada, el número1093 del domingo 14 de febrero de 2016, conozco de un escritor brasileño llamado Graciliano Ramos quien es presentado a los lectores por Iván García quien lo compara con nuestro Juan Rulfo en virtud de su sequedad que se manifiesta al reflejar en su escritura un entorno pobre y sufriente. Graciliano Ramos fue contemporáneo de Joao Guimaraes Rosa, y con él, alta expresión de la literatura brasileña contemporánea.

Junto con una breve semblanza de Ramos, el suplemento nos ofrece dos textos: una carta personal y un texto intitulado Escribir y lavar. Estas dos piezas consisten en consejos sobre cómo escribir.

Lo interesante de este enfoque es que a diferencia de muchas otras contribuciones que hay sobre el tema, valiosas sin duda, que hacen referencia a la técnica, a la temática, a la gramática o al estilo, destrezas esenciales, los textos de Ramos se refieren a la autenticidad de quien escribe. En la carta que dirige a una mujer llamada Marilí, quien acaba de publicar un cuento, Ramos critica el cuento sin ninguna falsa piedad; pero lo hace sin referirse a la forma sino desde la posición social de la autora que difiere de la posición social de un personaje del cuento. Ramos le dice que no podemos tratar de reflejar el alma de alguien que no somos. Esta es una gran lección porque una vez que vencemos el temor de escribir podemos, de forma inocentemente irresponsable, colocarnos en la posición que nos apetezca y desde allí suponer, esto es lo más triste, que “escribimos bien”. No se trata pues de evitar las faltas de ortografía, de sintaxis u otros lineamientos de respetabilidad el escribir sino que el principal es el de la congruencia. Esto lejos de constituir una dificultad mayor debe ser visto como un patrimonio del autor. Puedo escribir desde mi historia, desde mis carencias o abundancias, desde mi perspectiva o mis esperanzas y si doy vida a personajes, estos llevan en sí mismos rasgos propios proyectados con la fuerza creativa: mis miedos y culpas, valores, prejuicios y aspiraciones.

Es de apreciarse mucho también, pienso en Ramos, que tengamos personas que lean lo que escribimos y lo critiquen. Nuestros primeros renglones nos resultan amados y sentiremos en carne propia cualquier observación crítica. Debemos superar esto. La literatura de una región, de un país, de una lengua no puede crecer con vigor si no hay una crítica literaria fuerte y honesta.

El escritor tiene por fuerza que aceptarse y ubicarse y desde allí ponerse a escribir. Es mucho sobre lo que no podemos hablar pero es valioso lo que proviene de nuestra experiencia y debemos enfrentar sus manifestaciones y sus consecuencias.

El texto de Escribir y lavar es un símil sencillo y hermoso entre el oficio de escribir y el de lavar ropa; Ramos se refiere a las lavanderas que luego de un cuidadoso procedimiento de lavado, enjuague y exprimido, ya para concluir, tuercen muy bien la ropa y la cuelgan para terminar de secarse al sol, en donde todo lo que sobra gotea. Ramos dice que la palabra no fue hecha para adornar o brillar como oro falso sino que “fue hecha para decir”. Digamos, pues.

canchol@prodigy.net.mx

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