Son muchos los casos en las letras en que coincide que destacados escritores hayan cursado como formación de origen la carrera de leyes. ¿Habrá alguna conexión o se trata de una cuestión azarosa?
Estoy seguro que las ligas entre literatura y derecho son mas fuertes y claras de lo que imaginamos. No se limitan al empleo de la palabra aunque eso ya de suyo sería bastante. Hay coincidencias en el uso del lenguaje, en la argumentación e incluso podría, en los casos de ciertos procesos judiciales en los que intervienen jurados, haber vínculos con la dramaturgia. No solo se trata de exponer sino de convencer.
El derecho mexicano forma parte de una tradición proveniente del derecho romano; el derecho norteamericano, en cambio procede de otra línea, la germánica. El nuestro está mayormente fundamentado en derecho escrito, en códigos y cuerpos normativos detallados que han obligado a un uso preciso del lenguaje. Esto no tiene que ver con una mala inclinación de gobernantes a tratar de resolver mediante leyes, problemas cuya solución radica en otro lado. Veamos con desconfianza a quienes sostienen que hacen falta nuevas leyes porque aunque sería cierto en alguna medida, queda pendiente el tema de la aplicación y cumplimiento del derecho. Además, por un aspecto que pone en entredicho los valores democráticos, como los entendemos, nos hacen entenderlos, o pretenden hacerlo, los resultados legislativos a veces, por satisfacer a los participantes, resultan en disposiciones sin aplicación efectiva.
Otro ámbito donde se manifiesta en forma notable la conexión con las letras es en el campo judicial, esto es, en la elaboración de sentencias que tienen que ser cuerpos coherentes que agrupen hechos, consideraciones legales, conclusiones y puntos resolutivos.
Las sentencias judiciales, sobre todo, aquellas que resuelven asuntos que se refieren a la interpretación de las leyes, resultan un género especial en el que se emplean recursos literarios para ilustrar aspectos que por abstractos pueden resultar inasibles. Son construcciones de conceptos y ficciones legales.
Este entrenamiento explica que sea relativamente sencillo dar un salto de las leyes a las letras. Las normas de la escritura aplican y son incluidas por las de la ley.
Nuestro país ha tenido grandes escritores que han cursado la carrera de abogado. Me viene a la mente el caso por ejemplo de Ramón López Velarde o de Manuel José Othón que estudiaron en diversas instituciones esta carrera. En el caso de Othón, él fue incluso director de una prisión. En forma más reciente tenemos los casos de Carlos Fuentes o de Jorge Volpi.
La destreza que el abogado adquiere a lo largo de su experiencia profesional sea en la redacción de contratos, que pueden ser sumamente complejos; en la redacción de demandas y respuestas así como alegatos, en las elaboración de disposiciones administrativas o sentencias judiciales permite que pueda darse el salto en la dirección contraria, esto es, el paso del campo profesional al literario. La revista española del consejo general de la abogacía de septiembre de 2014 contiene una convocatoria de concurso de microrrelato jurídico, limitado a 150 palabras. Se lee interesante porque se puede escribir mucho del trabajo diario que puede llegar a parecer monótono o austero pero que en tanto conocimiento aplicado a una actividad social resulta valioso para todos.
Antonio Canchola Castro
canchol@prodigy.net.mx