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Como que la virgen te habla

Una de las prácticas más difundidas entre la especie humana es la de eludir la responsabilidad y tratar de culpar a alguien más de lo que se hizo mal o dejó de hacerse. A los promotores de las desgracias nacionales, les es muy fácil decir que es una característica propia de los mexicanos, pero son solamente las ganas de sentirse únicos y con la misma autoridad que la gallina que duerme en el palo más alto.

En todo el país se escucha el clamor contra el cobro del estacionamiento en los centros comerciales y los gobiernos federal, estatales y municipales siguen haciéndose como que la virgen les habla. Ah, pero también los edificios destinados a albergar oficinas públicas necesitan estacionamiento y también cobran. ¿No están obligados a prestar el servicio gratuitamente?

Hoy, todo es una mercancía. Los muy vivos cobran hasta por el agua que bebemos, falta que nos cobren por el aire que respiramos o el espacio que ocupamos (me temo que ya estamos dando ideas a los mercaderes).

Las ansias de progreso y crecimiento industrial nos han llevado a consumir una cantidad estúpidamente alta de automóviles, en lugar de que en países como el que habitamos, se piense en un efectivo y eficiente servicio de transporte masivo. La individualización de la movilidad es un gran negocio para las armadoras de autos, para los productores de partes automotrices, para los proveedores de combustibles fósiles y para quienes se dedican a vender todas estas babosadas.

¿Babosadas? Sí, porque hemos permitido que se dé prioridad a esa individualización y nos negamos a pelear por la colectivización del transporte… Porque no somos capaces de exigir lo que toda organización urbana está obligada a ofrecer a sus habitantes… Porque nos quedamos en silencio ante el enriquecimiento impune de quienes son los ganadores en este dejar de hacer, dejar de pensar, dejar que las cosas pasen como hasta ahora han sucedido.

De acuerdo a las normas de construcción, quienes construyen un establecimiento comercial, están obligados a respetar mínimamente una serie de requisitos para que los ciudadanos puedan tener un acceso seguro, sencillo y cómodo para su movilidad, su estancia y ¡gastar su dinero en lo que se ofrece allí adentro!

Sin embargo, hemos permitido que además de gastar lo poco que tenemos en las inutilidades que ofrecen quienes ocupan los centros comerciales, tenemos que pagar por estacionar los autos en los que nos movemos necesariamente porque no contamos con un servicio de transporte colectivo acorde a nuestros requerimientos.

¿Y las autoridades que se supone que deben salvaguardar la seguridad y los intereses de toda la ciudadanía y hacer respetar las leyes, qué hacen? Se hacen que la virgen les habla y solamente obedecen a los intereses de quienes lucran con nuestros recursos. Si los desarrolladores se brincan las leyes, los encargados de hacerlas cumplir hacen como que no ven. Permiten que se marquen

pocos cajones de estacionamiento y permiten, además, que se cobre por su uso. ¿Son corruptas o les ven la cara de pendejos? Usted decida, amable lector; apueste lo que mejor suponga de acuerdo a su experiencia de vida y conforme lo que sabe acerca de la manera de ejercer el poder.

El sistema bajo el cual vivimos tiene como finalidad hinchar los bolsillos y las cuentas de quienes invierten capital en la producción y venta de mercancías de la más diversa índole. Todo se vende. Todo compramos, lo necesitemos o no. Unos que se pasan de lanza y otros que nos pasamos de pendejos.

Los gobiernos trabajan para esos inversionistas, para que el ciclo de reproducción de sus capitales sea corto, que recuperen su inversión de la manera más rápida y que los consumidores atesoren tiliches y “se sientan realizados” por el simple hecho de comprar, comprar y comprar.

¿Qué hacer después de extenuantes jornadas laborales? Vemos la tele que nos anuncia lo último en madrinolas que embellecerán el hogar, que nos harán parecer estrellas de las pelis o que nos permitirán conquistar a la pareja que tanto deseamos.

No hay alternativas para pasear, para convivir en armonía y tranquilidad, si no es dentro de un centro comercial. ¿Parques, jardines, museos, teatros? Son extravagancias de sociedades ajenas a nuestra forma de pensar. Hemos de pasear en la plaza comercial donde además gastaremos las tristes monedas que como limosna hemos recibido por nuestro trabajo.

¡Pero si abrieron un museote para los bodoques! Cierto, donde les enseñan a ser consumidores, donde les ofrecen en un ambiente infantil, interactivo y constructivista la manera de convertirse en consumidores igual a los adultos con los que viven. ¿No es un centro cultural? Por supuesto que lo es. Para insistir en la cultura del consumo… En la cultura del desperdicio… En la cultura de la acumulación de tiliches… En la cultura de la formación escolar para tener acceso a más mercancías… En la cultura del uso del automóvil, de la movilidad individual aunque uno tenga que pagar hasta por usar un chingado cajón de estacionamiento mientras nos esquilman con los meses sin intereses o los buenos fines que deberían ser a diario.

La plaza comercial, mientras corre el tiempo para pagar más en el estacionamiento y engordar las ganancias de los promotores del crecimiento, es el lugar donde se aprende a vivir en el consumo y el desperdicio, donde se instalan los módulos para que los chamacos reciban la educación cívica que implica votar por sus gobernantes que seguirán trabajando arduamente para que se siga generando la riqueza que el país necesita. La vida gira en torno al centro comercial y sus escasos y onerosos espacios de estacionamiento.

Lo penoso de todo esto es que quienes no poseen un automóvil, estarán haciendo hasta lo imposible por adquirir uno y entrar en la fabulosa dinámica de encabronarse porque cobran el estacionamiento que utilizan mientras dejan el salario en las tiendas. Siempre será peor andar a pie. Y seguiremos haciendo como que la virgen nos habla y hasta creemos que voltea a vernos.

mawyaka@hotmail.com

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