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Al final

La tarde me sorprende de regreso del trabajo del que vengo cansado cansado de escuchar lo mismo de hacer lo mismo de no poder huir porque necesito la plata para la casa que apenas se sostiene con muchas penurias que nos azotan como son las enfermedades las deudas y sobre todo los desaires como el de la semana pasada cuando no nos invitaron a la boda de nuestra sobrina Hilda aunque ya teníamos nuestros trajecitos listos brillantes por tanta plancha encima pero tuvimos que guardarlos de nuevo en una bolsa transparente medio rota que cuelga de un tubo de agua caliente que conduce al baño que ya no sirve porque gotea toda la noche y el ruido no nos deja dormir porque suena como remordimiento o como acusación constante como para llenar un balde y regar las plantitas que apenas crecen en el calorón que hace aquí que parece un infierno masificado por tanta gente que pasa y que grita como si fuera una canción coral o una maldición colectiva ya que no solo es un muchacho o dos sino toda la gente adultos y niños que han nacido ya en este sitio que todavía no aparece en el mapa a pesar de tantos años y que algunos habitantes inquietos y ambiciosos quieren hacer cabecera municipal pero sin consultar al gobernador que siempre que va a venir cancela antes por medio de sus asistentes que con voz cuidada disculpan al gobernador por no poder asistir a las fiestas que cada año se realizan en honor del santo patrono de la comunidad que parece un fraile de esos de antes con cíngulo y vestido con ropa tosca como todos nosotros pero con una aureola que todavía nos falta porque el sacerdote nos dice que para eso tenemos que esforzarnos lo cual algunos no creen pero eso es porque son protestantes aunque no entendemos porque protestan si el gobierno no nos maltrata aunque no nos haga caso cuando presentamos nuestras peticiones de siempre que quedan en el olvido o en los cajones de los escritorios de los asistentes de los gobernadores que han ido y venido en este estado de cosas que casi no pueden creerse porque la vida pasa y nosotros nos vamos con ella aunque no sepamos con qué rumbo o en que vereda nuestros pies pisan el suelo polvoso y se llenan de una angustia pegajosa y pesada como una piedra de esas que están a orilla del río que ya ni agua lleva sino solo el nombre de río y así cuando estoy de buenas yo también río y lo hago fuerte como el viento que levanta ramas y tierra con riesgo de ofender a los muertos al perder la cobija y nos procuren un susto tremendo que no soportemos como las paredes de adobe en que se apoya el techo de paja de esta choza absoluta en la que lloro con llanto pausado la tragedia constante del polvo y del viento que se llevan las hojas que dejo la esperanza y se quedan los cardos en que vive el presente y que nadie que

tenga conciencia decide arrancarse porque piensan o creen que nada dura por siempre y que la muerte sin prisa nos espera al final.

Antonio Canchola Castro

canchol@prodigy.net.mx

 
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