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Derecho y cultura

Los derechos de los individuos se han desarrollado; cubren ahora aspectos que se omitían, aunque vestidos de momento de ropas vaporosas ya que todavía tienen rasgos que los hacen, como dice la teoría, difusos o bien programáticos. Son también derechos colectivos. Nos referimos a derechos a la educación, al bienestar, a la dignidad, a la salud y a la cultura. ¿De donde provienen para exigirlos?

Son un avance internacional que fija parámetros de cumplimiento. Conforme han transcurrido los años, los países se comprometen con otros mediante convenciones internacionales que contemplan derechos y obligaciones para los estados firmantes cuyos beneficiarios son los ciudadanos; México forma parte de importantes convenciones en materia de derechos humanos y por ello las normas internacionales son ya derecho mexicano. Uno de estos derechos humanos es el derecho a la cul-tura. No tener acceso a la cultura es tan grave como cualquier otra violación.

Primeramente quiero hacer una prevención: estamos ante un terreno del conocimiento que va mas allá de la vista; se pierde en la multiplicidad de los detalles cercanos y en el horizonte de las lejanas implicaciones: primero está la dualidad entre derecho de la cultura; y por otro lado, literalmente, el derecho a la cultura.

El derecho de la cultura podría desdoblarse en normas, instituciones y órganos vinculados a dere-chos de autor, patentes, marcas y todo el rico catálogo de figuras de la propiedad intelectual. Esto nos conduce a los terrenos de la administración cultural que tiene una profunda veta democrática porque define cómo la cultura sirve a a la sociedad, cómo se integra e inserta, cómo se distribuye, se participa y se aprende.

Dado que la cultura no está apartada de lo económico, el derecho de la cultura es también un problema de presupuestación, financiamiento, tributación y de consumo determinados por el desa-rrollo del país, de sus entidades y localidades. Igualmente es necesario decir que hay que considerar el papel de la comunicación cultural y del concepto de patrimonio cultural que tiene titulares y valor intrínseco y canales en muchas direcciones. Aquí hay una conexión sensible: libertades y cultura. Por ello nos debe interesar.

Esto determina y a su vez es influido por las decisiones políticas que se hacen sobre la cultura y como consecuencia las decisiones administrativas y presupuestales en las que se decide el uso de los recursos públicos. ¿Basta con un museo o una biblioteca? ¿Tiene la ciudad o el estado archivos accesibles donde se guarde la materia prima de la investigación histórica? ¿existe un plan de desa-rrollo cultural a mediano y largo plazo? ¿se impulsan la interpretación o la composición musical, las letras, las artes plásticas? ¿se puede decir que se impulsa el cine nacional?

Escuchamos ahora las ofertas de los diversos candidatos en las campañas políticas y su tono y alcance representan una “guerra enana”con municiones de saliva y lodo. Son propuestas elemen-tales en las que se extiende como promesa lo que el ejercicio de los cargos tiene como obligación: seguridad, justicia, transparencia, honestidad. Ninguno de los candidatos ni de los partidos tiene una propuesta cultural.

Bueno, tal vez exagero en mi expectativa y me dejo contagiar por un sentimiento generalizado de repudio. En el cierre de campaña estarán para amenizar las inigualable bandas arrolladoras, cítri-cas, explosivas, tamboras y sonoras dinamita.

canchol@prodigy.net.mx

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