Dick Tuck, un hombre que se hizo famoso por burlarse de Richard Nixon, cuando se lanzó para un puesto en el congreso californiano y perdió, primero dijo que esperaran a que llegaran los votos de los muertos y cuándo ya no había más posibilidad dijo: El pueblo habló: bastardos.
Pocos políticos tienen el ingenio y la sagacidad de burlarse de todo, de sí mismos y por supuesto del pueblo que supuestamente habla en las elecciones.
El análisis común en México sobre los resultados electorales es que alguien tiene la capacidad de manipular a los votantes. Ya sea que se crea que alguien puede mover carretadas de dinero para comprar votos, o que puedan mover operativos a larga distancia para animar o desanimar el voto.
Pocos en realidad le dan el mérito al votante como para que pueda tomar decisiones electorales pensadas, aunque no sean inteligentes.
¿Por qué se duda de la madurez electoral de los mexicanos?, ¿por qué se cree que el mexicano promedio está dispuesto a entregar el manejo de su destino a quién le entrega unos cuantos cientos de pesos?, ¿acaso la democracia tiene precio?, ¿nos preocupa que la respuesta sea sí?
El origen del problema consiste en que en el pasado y posiblemente en el presente mucha gente prefiere comer ese día, y si son varios de familia hasta podrán guardar algo de dinero, aprovechando el día de elecciones. Los políticos no se tocaron el corazón para corromper a la sociedad a cambio de alcanzar el poder.
Algún político dijo que la moral es un árbol que da moras, Así que igual que Tuck, si los que van a hablar son los bastardos, igual que lo hagan por una lana hace poca diferencia.