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Regalos duraderos

A la memoria del doctor Álvaro Bunster Briceño

Uno de tantos privilegios (inmerecidos) que he tenido, fue conocer y tratar al doctor Álvaro Bunster Briceño, investigador de la UNAM, fallecido en 2004. El doctor Bunster era originario de Chile, especialista en derecho penal y había sido embajador del gobierno de Salvador Allende en la Gran Bretaña donde lo sorprendió el golpe militar de 1973. Fue profesor en las universidades de Oxford, Cambridge y en la UNAM entre otras.

Lo recuerdo como un hombre educado y fino de una cultura amplia y charla grata. Como chileno me compartía su admiración por el pianista Claudio Arrau, quien muy chico se fue de Chile a Europa a estudiar y fue allí donde se destacó como pianista intérprete de Chopin, compositor cuya música el doctor Bunster apreciaba mucho, por encima de Beethoven y Mozart. Decía de estos que habían tenido sus malos ratos mientras que Chopin ¡nunca! Le impresionaba que cuando Arrau murió y fue sepultado en Temuco su tierra natal, en el trayecto desde Santiago casi siempre hubo personas que le rendían homenaje. ¡Casi 700 kilómetros!

Como embajador tenía esa experiencia con la que afirmaba que los mexicanos y los ingleses compartíamos una rara habilidad de ser discretos y delicados lo que nos hacía similares en la diplomacia.

El doctor Bunster me compartía anécdotas de su juventud como el caso de un funcionario menor de algún ministerio chileno que era muy diestro para imitar firmas y presumía de ello en un café donde se reunían los empleados. Alguno de los presidentes de Chile enterado de esto hizo que lo llevaran frente a él.

-Me dicen que usted puede imitar mi firma,- le dijo el presidente. El empleado temblaba temiendo el cese fulminante pero finalmente reconoció que podía hacerlo: -Si señor, pero nunca he hecho mal uso de ello.- Y entonces el presidente, que estaba en un escritorio atestado de documentos, le dijo mientras le acercaba un cerro de documentos:

* Ayúdeme y firme estos decretos-.

En el terreno jurídico su formación era sólida. Me habló por vez primera del código civil chileno redactado por don Andrés Bello un intelectual enorme del siglo XIX, quien entre muchas disciplinas descollaba en la gramática y lingüística. El doctor Bunster sabía de memoria el artículo 594 que ofrece la definición de playa : “Se entiende por playa del mar la extensión de tierra que las olas bañan y desocupan alternativamente hasta donde llegan en las mas altas mareas.”

El derecho está construido por palabras, por frases y oraciones con vida y no como ladrillos. En este caso, el derecho civil es un cuerpo cuyas raíces se extienden milenios atrás.

Este código civil, como otros, se remonta y nutre en los tiempos del derecho romano, pasa por el periodo medieval tanto español como francés y desemboca en nuestro tiempo. Las figuras que nos vienen de entonces han permanecido dando a la vida social referentes ciertos: propiedad, personas, matrimonio, sucesiones, bienes, obligaciones y contratos y definiciones. A diferencia de otras ramas, el derecho civil es una rama que subyace a otras disciplinas. Todo lo que se innove en materia jurídica se eleva sobre ese cimiento arraigado y profundo que amerita ser estudiado y dominado para un ejercicio profesional responsable.

Antonio Canchola Castro canchol@prodigy.net.mx

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