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Honorable congreso de la unión…

Nací un primero de septiembre. Mi cumpleaños siempre estuvo asociada al informe presidencial. Hasta hace poco se trataba de un día inhábil pero cuando llegó la adolescencia comencé a sufrir los rigores de la llamada “ley seca”. Ustedes dirán que de la falta de previsión porque no había necesidad de esperar a ese día para comprar o consumir el bebedizo preferido que en aquellos ayeres era reflejo de ambivalencia: ron con coca cola, bebida que mezcla la lucha libertaria con las mieles negras de la dominación. Una forma de responder al imperio sería dejar de comprar esas bebidas negras y otros productos y destinar el monto a construir el muro.

Pero volviendo al primero de septiembre, mi padre siempre tuvo una constante atención al gobierno primero porque estudió leyes. Se graduó como abogado en la generación 39-44 de la UNAM, y porque tuvo entre sus compañeros a algunos personajes que luego llegaron a ser conocidos en México. Por recordar solo a dos de ellos diré que fueron Luis Echeverria Álvarez y José López Portillo aunque también estaban Jesús Reyes Heroles y otros distinguidos políticos. Cuando teníamos alguna desavenencia y mi padre reprobaba a mis amigos, yo, malcriado, tenía largos lienzos de dónde cortar para reprobar a los suyos.

Una costumbre-manda-ejercicio forzado era presenciar por televisión el informe. La memoria me falla y no recuerdo los de Díaz Ordaz. No fue sino hasta pasados los primeros informes de LEA que comienzo a tener conciencia. Eran informes kilométricos constantemente interrumpidos por aplausos y ovaciones de los diputados y senadores, casi todos del PRI antes la reforma electoral y había uno que otro del PAN y del PPS, que es como el PRD de ahora y el PARM que no tiene aún un símil resurrecto. Siempre recuerdo el inicio: Honorable congreso de la unión…y los aplausos y cinco horas después los vítores. Luego vino José López Portillo que hacía gala de una oratoria espectacular. Poco recuerdo de lo que decía. Un día mis amigos réprobos y yo celebramos mi cumpleaños desde la víspera y llegué a casa como a las 8 de la mañana. Mi padre me sorprendió al entrar y me pidió lo acompañara a un lugar donde presenciaríamos el

informe. La culpa no me permitió resistirme y arrostré casi cuatro horas de datos y logros envueltos en la apoteosis mientras agonizaba de sueño y resaca.

Pasaron los años, fue cambiando el ejercicio del poder y el informe mudó de formas hasta llegar al de hace unos días. En mi interior queda la nostalgia de lo faraónico, de la grandilocuencia, del himno nacional y la figura presidencial espléndida, todo ello un exceso, un desequilibrio constitucional, una perversión en el ejercicio del poder que se fue diluyendo hasta llegar ahora a la entrega burocrática del informe al congreso mediante un mensajero.

Este año, la instrucción constitucional de informar a la nación tomó un cariz novedoso de montar un escenario con jóvenes ante los que el presidente respondió algunas preguntas de fantasía. Ni antes con un aluvión de datos, estadísticas, aplausos ni ahora con ejercicios defensivos, calculados, blindados, se informa a la nación del estado que guarda lo cual es penoso. Mientras tanto ya celebro con moderación.

Antonio Canchola Castro

canchol@prodigy.net.mx

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