Continúo con las lecturas del año axial 1968 en la correspondencia entre Octavio Paz y Carlos Fuentes a la que ya he hecho referencia aquí.
El 5 de noviembre, Fuentes (que está en París) reenvía a Paz (que está en Bombay, a punto de embarcarse rumbo a Barcelona) algunos mensajes que ha recibido de México. Para empezar, le transcribe parte de una carta de Fernando Benítez:
Habrás sabido ya la renuncia de Octavio a su carrera, a su cargo de embajador, a su seguridad futura; el sacrificio de algo que no es precisamente un plato de lentejas por asumir su primogenitura de poeta y de mexicano; su responsabilidad total, arrojándoles a la cara un poema insuperable a causa de su ira y su desprecio, de su deslumbradora claridad. Nos ha justificado –como lo escribí--; ha consagrado todo lo que nosotros hemos podido hacer en estos días amargos. Ha inclinado la balanza en nuestro favor y de manera definitiva.
Este párrafo es casi idéntico al que cierra “Actitudes. Nuestra solidaridad con Octavio Paz”, declaración que aparecería el 6 de noviembre en La Cultura en México, suplemento de la revista Siempre!, firmado por su director, Benítez, y sus principales colaboradores: Vicente Rojo, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.
Las cosas son difíciles. A pesar de la tregua, se ha endurecido la censura, Excélsior ha enmudecido y [Abel] Quezada ya no publica sus valientes cartones. [José] Pagés, por primera vez, objeta nuestros artículos y me obliga a suavizarlos. Con todo, seguimos en la pelea. El suplemento se ha quedado solo. Le resta un mínimo de libertad, pero no sé por cuánto tiempo más. Incluso, algunos de nuestros amigos creen en una conjura inventada de los pies a la cabeza. Sin duda han intervenido la CIA, el MURO [el ultraderechista Movimiento Universitario de Renovadora Orientación], los políticos desechados, pero todo esto es muy secundario. La verdad es que la juventud pide una renovación y que el Gobierno no está dispuesto a ceder ni a modificar sus viejas y podridas estructuras, como lo ha demostrado hasta la fecha. He escrito mi defensa de Octavio y la solidaridad total del suplemento con él.
La renuncia de Octavio ha dolido y [Antonio] Carrillo Flores, el intelectual, le ha contestado… con un cese. Relaciones ha inventado una conjura misteriosa para justificar la masacre de Tlatelolco. Hoy el Secretario de Relaciones habla de una campaña de calumnias contra México, pagada y dirigida no se sabe por qué extraño enemigo del país. ¿Te imaginas algo más ridículo? ¿Todas las agencias y los
periódicos de Europa, de América Latina, de África y de Asia, pagados para denigrarnos? Y si este es el Secretario de Estado más culto, ¿qué habrán dicho los otros? Zaid escribió en pocas líneas una requisitoria fulminante contra [Agustín] Yáñez y José Luis Martínez. Me duele lastimarlos, pero se lo merecen. ¿Qué será de [Jaime] García Terrés, el mudo bibliotecario de Relaciones? ¿Qué será de todos los que han enmudecido para proteger sus chambas aunque piensan en el fondo como nosotros pensamos?
En seguida, Fuentes transcribe un párrafo de Alejandro Orfila, director de Siglo XXI Editores, con quien Paz y él planeaban hacer una revista:
La renuncia de Octavio ha sido tal vez el único hecho alentador y ejemplar que debe haber alentado a los jóvenes tanto como a nosotros los viejos. Ha sido la única actitud valiente… Le acompaño copia de un cable que le envié a Octavio y si no hay más firmas es porque no hubo tiempo de solicitarlas a más personas o porque unos quince invitados se negaron a firmar por una u otra razón.
Después, Fuentes agrega:
Te remito también, y me molesta hacerlo, la carta abierta que te dirije tu hija en El Universal. Imagino tu dolor. Tú imagina los comentarios que esto ha suscitado entre nuestros amigos y en la prensa extranjera. Me limito a enviarte lo que aparece hoy en el Observateur.
Esa carta, que El Universal cabeceó “La sinrazón de la violencia de los jóvenes”, fue publicada el 23 de octubre. Puede leerse en el libro de Christopher Domínguez Michael Octavio Paz en su siglo (Ed. Aguilar, 2014, pp. 319-322) en el que discute las versiones sobre su autoría.
En fin, todo el mundo está en su lugar. No deja de animarme que la terrible amalgama y confusión mexicanas hayan terminado. Se acabó “la unidad nacional” a todos los niveles; hemos dejado de ser “todos iguales, todos buenos mexicanos”. Qué bueno estar contigo, del lado de los “malos mexicanos” […] por su parte, José Luis Martínez tuvo que admitir, antenoche, que a su parecer el ejército es el que da órdenes a [Gustavo] Díaz Ordaz en México. También me dijo que GDO estalló en cólera cuando renunciaste y dictó un cese violento e injurioso que Carrillo Flores trató de “endulzar”. Ya sabemos que para los aztecas los corazones humanos hacen las veces de postre.
Esa carta se cruza en ruta con una que Paz le escribe el mismo 5 de noviembre a Fuentes. Le dice que ya ha recibido el escrito de “Elena (con H)” –un juego con el que Paz insinúa que en la carta de Laura Helena hay responsabilidad de Elena Garro. Más allá de la truculencia familiar, Paz considera
evidente que ese artículo es parte de una campaña general y no sólo en contra mía sino de todos nosotros.
Laura Helena denuncia como “directores del desastre”, además de a su padre y a Fuentes, a Javier Barrios Sierra, Luis Villoro, José Revueltas, José Luis Cuevas, Monsiváis, Heberto Castillo, Ramón Xirau y Tomás Segovia, entre otros.
Nos espera un gran baño de lodo, sobre todo a tí y a mí. A los otros los pueden perseguir, aterrar y agraviar físicamente, pero a nosotros, que estamos fuera de la ratonera, nos arrojan un diluvio de tinta envenenada. No les queda otro recurso. Lo que olvidan es que podemos contestar –y mejor que ellos. […] Al leer el artículo de mi hija (me imagino que lo conocerás) pensé responder y hasta escribí, inmediatamnete, un telegrama fulminante de quince líneas dirigido a El Universal. A la mañana siguiente nos fuimos a la playa y decidií no enviarlo. Si hay polémica –y la habrá-- será con gente de más peso y en el momento en que yo lo decida. No hay que caer en sus trampas: debemos escoger el tema, el tono y la hora del debate. Sobre todo: debemos escoger nuestros blancos.
Esos “blancos” no son sólo los adversarios políticos. A lo largo de 1968, Paz y Fuentes acrecientan su desprecio hacia los tlatoanis de la “cultura nacional”: a David Alfaro Siqueiros y a Ermilo Abreu Gómez porque apoyan la invasión soviética de Checoeslovaquia; a Martín Luis Guzmán, a Jaime Torres Bodet y a Salvador Novo por su incondicional apoyo a Díaz Ordaz.
En una carta anterior, fechada el 31 de octubre, Paz le escribe a Fuentes que de unas misivas de Vicente Rojo y Fernando Benítez se desprende que “el país se ha dividido en dos y que esa división es particularmente notable entre los intelectuales”. Orfila, por su parte, le ha contado “que la actitud de Novo, para citar un ejemplo notorio, ha sido inmunda”. En compensación, Paz levanta un inventario de quienes le han enviado “mensaje exultantes”:
Una llamada telefónica desde México de [José] Alvarado; un telegrama de [Alejandro] Gómez Arias (el antiguo líder estudiantil de 1929) y una carta de un preso político que me transmite los saludos de [Demetrio] Vallejo y los otros encarcelados… [y] un telegrama de solidaridad firmado por casi todos los jóvenes –de Bañuelos a Zaid—. Este telegrama es un índice: ningún escritor mayor o de mi edad. Se confirma lo que me dijo Rojo: tanto mejor, así la lucha será más clara.
De regreso a Bombay, el 5 de noviembre Paz le escribe a Fernando Benítez para agradecer ese mensaje firmado –en orden alfabético—por Juan Bañuelos, Huberto Batis, José Carlos Becerra, Salvador Elizondo, Isabel Freire, Juan García Ponce, Vicente Leñero, Juan Vicente Melo, Carlos Monsiváis, Marco Antonio Montes de Oca, José Emilio Pacheco y Gabriel Zaid. Y concluye:
Ese mensaje y la amistad de los jóvenes poetas y escritores mexicanos es lo mejor que me ha ocurrido desde que, hace más de treinta años, empecé a escribir. Procuraré merecer su amistad y su confianza. La cultura de México, gracias a ellos, no será ya la cultura de la omisión, la reticencia y la adulación; será una cultura crítica y al mismo tiempo generosa.
Adolfo Castañón le dio copia de esta carta a Malva Flores, que la cita en “Un camino purgatorio: Octavio Paz y la crítica”, ponencia recogida en Aire en libertad: Octavio Paz y la crítica, volumen coordinado por José Antonio Aguilar Rivera (Fondo de Cultura Económica, México, 2015).