Migrar se produce por mucho dolor y desesperanza, y requiere arrojo. No es fácil deshacerse de contexto, red de seguridad, familiares, costumbres, medio ambiente y entorno cultural a cambio de lograr salvaguarda personal y económica.
El lema por el Derecho de Migrar y por el Derecho de quedarse en casa, alude a la obligación que tienen los gobiernos para asegurar las condiciones para que la gente pueda quedarse, porque igual de grave es que alguien no tenga futuro económico y este condenado a una vida de penuria, que aquel que tiene que migrar porque su vida corre peligro.
Hay dos grandes ciclos migratorios de México a Estados Unidos en los últimos cincuenta años. Pasamos del migrante económico que circulaba entre su empleo y su hogar, ahorraba para mejorar su vida en casa y se veía en tránsito dónde trabajaba. No se preocupaba por regularizar su condición migratoria porque el mercado le abría las puertas. Las autoridades migratorias miraban hacia otro lado cuándo los agricultores necesitaban manos.
Cuando se apoderaron del gobierno los neoliberales, sumieron en la desesperación a millones de personas cambiando el perfil del migrante. De ser hombres solos, con baja escolaridad, que iban y venían, pasamos a familias con estudios avanzados y con la intención de asentarse. Crecen las comunidades, mejora el ingreso y se genera una relación económica con la patria que produce recursos económicos crecientes, aunque hay quién sugiere que con el dinero bueno entró también el dinero malo, que al gobierno le ayudaba a estabilizar la macroeconomía.
Estos migrantes no le quitaron nada a nadie. Abrieron oportunidades económicas con ingenio y arduo esfuerzo. Pero el cambio en los enemigos de Estados Unidos con la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, llevó a las fuerzas de derecha a ubicar al nuevo objetivo de su odio, y encontraron al moreno que pone en peligro el mundo White, Anglo, Saxon, Protestant (WASP).
Con Clinton se establecen las primeras medidas draconianas contra los migrantes, Bush arranca con deportaciones masivas que continúan bajo Obama, para que a su llegada Trump les inyectara veneno. Ya le habían creado el contexto necesario para alimentar el morbo y la sed de sangre de sus seguidores que históricamente habían aprendido a odiar.
México se ha caracterizado por gobiernos corruptos y con flojera para pensar en la manera de mejorar la calidad de vida de las mayorías, por eso nunca creyeron que se podía revertir masivamente el proceso migratorio. Su silencio vergonzoso ante las redadas de Trump muestra sometimiento a los dictados del vecino y abulia para atacar un problema social de grandes dimensiones.
La economía mexicana va en picada, para 2017 se espera un crecimiento de 1% que se agrava con la nueva incorporación de cientos de miles a la fuerza laboral. Hay quien sugiere que estos migrantes entrarán al crimen, lo que es injusto, porque no eran criminales nunca y no se corrompieron moralmente. Engrosarán las fuerzas de la economía informal.
Bien canalizada la masa de migrantes podrá tener un efecto interesante.
Regresan con un bagaje cultural transformado. Aprendieron que al gobierno se le puede reclamar y que al gobierno se le castiga con el voto. Tal vez por eso López Obrador anda en Estados Unidos.
Aprendieron que el trabajo arduo trae recompensas, y aunque en este terreno la economía mexicana es muy limitada, seguramente sabrán aplicar algunas de las lecciones que aprendieron en Estados Unidos.
Algunas de las grandes transformaciones en el mundo las generaron aquellos que transformaron su cultura política en otro país. Las élites hindús independizaron a su país con lo que aprendieron en Europa. Tal vez en México veamos un proceso innovador. Las masas transformaran al país con lo que vieron en Estados Unidos.
Tal vez Trump le este haciendo involuntariamente un gran favor a México. Al lanzar de regreso a gente honesta, trabajadora y con una nueva ética de trabajo. Estará poniendo la semilla de un renacer mexicano inesperado y tal vez bienvenido. La pregunta es que tanto podrán sacudir a la política mexicana que tiene atenazada a la economía y a la sociedad.
El Mexicano de allá había huido del asistencialismo que cancela las posibilidades de crecer, aprendió a que se puede levantar la voz cuando no se cumple y que ser cliente de la política inhibe el crecimiento individual y colectivo. Aprendió a que el ciudadano es orgulloso por su contribución social y no porque los políticos le manipulan el ego.
Tal vez esa corriente represente la sacudida que México requiere con urgencia.