El ambiguo gobierno de Donald Trump nuevamente ha dirigido su atención contra México. Enrique Peña Nieto se encuentra en un callejón sin salida. Si bien es cierto que la relación geopolítica y comercial con Estados Unidos ha sido de subordinación permanente, los últimos escenarios de la gobernabilidad mexicana son preocupantes incluso desde la mirada extranjera que no coincide ideológicamente con Donald Trump.
México no ha podido encontrar la forma de asimilarse exitosamente a la cultura occidental. El principal obstáculo ha sido una estructura social heredada de la época colonial que siempre encuentra el modo de no cumplir con las tareas que la modernidad tiene. El resultado viene a ser una sociedad con diferentes niveles de autonomía y modernización que no alcanza a desarrollar la homogeneidad necesaria para hacer persistir al Estado y la Ley. Al mirar a México bajo la óptica de los indicadores de la calidad democrática, el diagnóstico señala una ínfima institucionalización y, por ende, programas que redundan en una mala gobernabilidad. Esta situación ha sido el caldo de cultivo para generar el Estado Fallido que se vuelve uno de los elementos más preocupantes para el siglo XXI.
Los Estados Fallidos, más allá de representar democracias imperfectas o anómicas, reproducen vacíos de poder y conflictos sociales que permiten la aparición de poderes fácticos y severos conflictos sociales cuya extensión y problemática puede extenderse a otros países; por supuesto, a las democracias consolidadas y estados desarrollados. Algunos de los problemas que destacan son: pobreza, migración, violencia, economía informal, corrupción, narcotráfico, hambruna, analfabetismo, epidemias, autoritarismo, etc. Una gran cantidad de estas situaciones pueden atribuirse a México. Al Estado Fallido Mexicano lo distinguen Narcotráfico, Corrupción, Alta Criminalidad, etc. Existe una responsabilidad directa de la clase político empresarial al respecto.
La globalización y el neoliberalismo implicaron los mecanismos de apertura para que las sociedades de todo el mundo desarrollaran, a su modo, la ruta particular hacia el liberalismo, el mercado y la democracia. Desafortunadamente no se tomó en cuenta los imperativos categóricos de las élites políticas, ocurre que los representantes descumplieron el rol necesario de gobernar, se atuvieron al mercado como
instrumento para la gerencia pública y sólo permitió la irresponsabilidad y corrupción que hizo expolio con los jirones del bien público. estas son las consecuencias. Puede decirse que el mercado ha modernizado materialmente a las sociedades; pero, no, a los grupos dirigentes. Cuando en el país se habla de un Narcogobierno y de una oligarquía pseudocapitalista, tan sólo se describe la forma en que las élites malinterpretaron, en provecho propio, la globalización. Como señala Yehezkel Dror, la clase política mexicana olvidó la ética pública, la razón de Estado, la tarea de gobernar. El objetivo de la política que implica mantener el orden, la paz y generar el crecimiento económico.
A últimas fechas, el balance que exige el mandatario republicano respecto del control de la corrupción y el narcotráfico advierte, según algunos analistas como Raymundo Rivapalacio, que el país puede ser intervenido quizá militarmente o, tal vez, de un modo más radical a causa de la irresponsablidad, incapacidad y corrupción que distingue a la clase político empresarial donde el grupo peñista es uno de los principales representantes. El régimen del PRIAN hoy se parece más al gobierno del Gral. Antonio Noriega en Panam. La invasión a dicho país mediante la Operación Causa Justa implicó un ataque de, al menos, quince días como experimento para la Operación Tormenta del Desierto en Irak. ¿Será probable que ahora una operación Causa Justa sea implementada en México para atacar Irán? De una forma u otra, se restableció un orden jurídico que corrigió la corrupción absoluta de Noriega.
El gobierno peñanietista, como en su momento el régimen militar panameño, enfrenta una situación delicada. ¿Qué va a decir la Derecha ahora que pasamos de la Venezuela Chavista a Panamá Norieguista, sin que gobernará López Obrador? En este escenario no hay situación que valga exculpar, Carlos Salinas de Gortari puede culpar a los dinosaurios, indígenas, intelectuales y la clase marginada del país, para decir que México tiene un paso difícil rumbo a la modernidad. Sin embargo, el problema es la corrupción de la clase gobernante que, no obstante estudiar en las mejores escuelas tecnocráticas y gerenciales del mundo occidental, resultan unos corruptos y autoritarios incorregibles. Los han bautizado como Mirreyes (Raphael, 2015) y, según el caso mexicano, son más peligrosos que los populistas de izquierdas. El Consorcio y los Golden Boys representan bien este genotipo.
México es una entelequia, una proteusia, no ha terminado de cuajar como Estado Nacion. Nuestro nacionalismo se reduce, dixit Carlos Ramírez, a tweets, emojis y memes. Pocos mexicanos defenderían su patria militarmente. Con todo, es un país conservador que siempre había pensado como preferible cualquier orden a su ausencia. Es memorable una expresión atribuible a la sociedad poblana en los momentos en que los gobernadores caían como guayabas dada la corrupción insoportable aún para el presidencialismo mexicano: el orden, aunque venga del centro (Reynoso: 1997). ¿Puede decirse ahora: el orden, aunque venga de Estados Unidos?