La derecha va escogiendo enemigos y se alinea dogmaticamente para combatirlos, muchas veces de forma viciosa.
Un día se lanzan contra un político que es convertido el enemigo y lo atacan con saña aunque para ello recurran a mentiras. Nadie dice que la política es un juego de verdades y la derecha lo ha elevado a un nuevo nivel.
El enemigo en turno es el aborto. Aquí hay diversas posturas, por un lado están los derechistas recalcitrantes que determinan que ninguna mujer debe tener la capacidad de abortar aunque nunca se solidarizaran con el resultado. Una mujer y su hijo indeseado, tendrán que vivir en la penuria porque los extremistas no le permitieron abortar. Por otro lado se encuentran aquellos “dispuestos” a aceptar el aborto dependiendo de las causas del embarazo, que arrogancia, pretender determinar lo que es válido y querer convertirlo en “verdad”. Eso si, tampoco se solidarizarán con nadie después de imponer sus visiones religiosas disfrazadas, ahora, de pseudo ciencia, antes eran simples dogmas de fe.
El centro de la cuestión es el tremendo desprecio de la derecha a la mujer.
Los derechistas pueden mostrar un gran cariño por sus mujeres, ponerlas como ejemplo de lo que sea, siempre y cuándo no salgan de su ala protectora. Sus mujeres son un apéndice del hombre y así deben ser todas.
La mujer no debe tener la habilidad de decidir y mucho menos sobre su cuerpo.
El aborto es una decisión dolorosa y es inaceptable que cualquiera sienta tener la capacidad de determinar bajo que circunstancias lo aceptan o no. Anular el aborto implica agredir la libertad de la mujer.