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Elecciones municipales

Ah, las elecciones municipales. Infiernos grandes que van a crecer más de aquí al día de las elecciones y después. Cargos que duran cuatro años y vergüenzas y enemistades que pueden durar toda la vida, hasta en las mejores familias. Aunque sea pequeño y limitado, el poder es canijo.

Elegir es un cuento de nunca acabar. Algún historiador contará con fechas y señales cuándo murieron las ideologías y describirá cómo se degradaron los partidos hasta terminar siendo asociaciones políticas sueltas, grupos, tribus sin ganas y sin idea de cómo de servir a las comunidades a las que tendrían que servir. Hemos llegado al punto en que muchos votan sin pensar mucho qué quieren y a quién eligen.

Pero ahora tenemos la obligación de cambiar. Todos. Es verdad que los pueblos se equivocan, y si se equivocan vuelven a votar porque para eso son soberanos. Por lo pronto, los veracruzanos tendrán que entrar en alguno de los doscientos doce infiernos chicos o grandes, descifrar discursos de candidatos propios y ajenos, dudar de lo que ven en las redes sociales, sacar cuentas, desenterrar secretos, conservar la serenidad y elegir Ayuntamientos con todo cuidado. Eso es parte de la democracia que todos queremos.

No faltarán quienes propongan a un gato, a un perro o a cualquier otro animal como candidato a alcalde de donde sea. Pero el momento no está para bromas. Algo tiene que pasar en estos procesos municipales, más allá de los partidos y más acá de las oficinas, porque – al menos en Veracruz – el vaso no está medio lleno: está vacío.

Cuando menos hay que ir a votar. Habría que ver lo que pasó en las elecciones recientes: participó poco más de la mitad de los veracruzanos que podían hacerlo. Y la tercera parte de esa mitad eligió al gobierno del estado con un millón y pico de votos.

Parecería que solamente dieciséis de cada cien veracruzanos creyeron en el cambio y votaron en consecuencia. Uno no sabe si hicieron bien o se equivocaron: el hecho es que fueron y emitieron su voto (el voto es una de las escasas cosas que la gente emite), y los otros ochenta y cuatro no tuvieron tiempo ni ganas, o estaban crudos, o se fueron al mercado, al centro comercial, al tianguis o al partido, o a pasear con la familia...

Pero en fin. Ya iremos viendo.

Hechos y obras públicas

Hecho: el secretario de Infraestructura y Obras Públicas viajó en helicóptero a Tuxpan. Hecho: a su llegada lo recibieron candidatos de su partido a las alcaldías de Álamo y de Tuxpan.

Hecho: el secretario afirma que fue a ver de cerca cómo está la cosa para promover la construcción de un tramo contemplado en el contexto de la carretera México Tuxpan. Hecho: la obra – del gobierno federal – está retrasada. Los trabajos de la carretera a Ozuluama están suspendidos cuando menos desde hace tres años.

Hecho: se ha argumentado que las leyes electorales prohiben hacer propaganda con obra pública en tiempos de elecciones. Hecho: parte del trabajo del gobierno consiste en hacer obra pública.

Hecho: las fotografías de la llegada y el recibimiento del secretario de Infraestructura y Obras Públicas en Tuxpan fueron enviadas a los correos electrónicos de varios medios y columnistas que publicaron la información. Hecho: no se sabe quién se tomó el trabajo de mandar las fotos.

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