Estalló el jubilo cuándo un juez frenó la prohibición de viaje de Trump. Algunos extranjeros estaban felices porque el sistema democrático estadounidense había funcionado. Sentían que el sistema de equilibrios pasaba por su mejor momento. Posiblemente fue un exabrupto propio de aquellos que viven en países dónde sucede exactamente lo contrario. Allá dónde no hay sistema democrático, ni equilibrio de poderes y se hace lo que quiere el presidente. O será que son estadounidenses de closet.
Sin embargo, no se ven las señales de alegría ahora que el Senado está llamando a declarar a los que saben sobre las conexiones rusas del equipo de Trump. ¿Se convencieron tanto de las bondades del sistema estadounidense, que ya se acostumbraron al espectáculo de la “democracia”?, o la interferencia de los rusos en la política en diversos países les importa un comino porque aquí seguramente no pasará
Hay varias cosas que me llaman la atención sobre las comparesencias en el Senado estadounidense:
1. El truco está en formular la pregunta adecuada de forma adecuada. El interrogado siempre puede sostener que no le preguntaron específicamente y por eso no respondió.
2. La negativa a responder ciertos temas sensibles en virtud del riesgo de compartir información confidencial o secreta en un espacio inadecuado, porque aunque fuera el Senado, había cámaras de televisión, con lo cual era una audiencia pública. Compartir esa información lleva a los comparecientes al riesgo de enfrentar consecuencias legales.
3. La defensa partidista de algunos senadores republicanos, que yendo en contra de principios externados en alguna ocasión, se lanzan contra los testigos que se atreven a compartirle a la nación los vicios políticos derivados de la ambición del poder. Pero cómo dijo el comediante, si mis principios no te gustan, los cambio por otros.
Las preguntas que escucho con frecuencia son, si acaso:
1. ¿Esta información conlleva el riesgo del impeachment contra Trump?
2. ¿Llevará a la cárcel a Flynn?
Trump ha defendido a Flynn sosteniendo que el caso representa una cacería de brujas, pero resulta que decidió mantenerlo no obstante las llamadas de atención sobre el personaje. Parece evidente que Flynn violó la ley en diversas instancias y que mintió, algo muy sensible para la ética estadounidense, dónde no se puede mentir y que te agarren.
Es evidente que los rusos tienen las manos metidas en varias elecciones en el mundo, o sea que esto dejó de ser monopolio de Estados Unidos, pero en el caso de Washington pone tres temas sobre la mesa:
1. Estados Unidos no es la mejor democracia del mundo
2. Sus elecciones son manipulables
3. Sus políticos –y con Flynn hasta algún general- son proclives a recibir elevadas sumas de dinero, con la expectativa de los consiguientes favores que éstas implican. Los ex presidentes y ex funcionarios son contratados para dar conferencias a cambio de elevados emolumentos. Obama ha sido criticado por aceptar dar una plática por $400,000 dólares en Wall Street.
Las audiencias en el Senado en referencia al affaire Rusia corren el riesgo de quedar en mero espectáculo, si de ellas no derivan acciones políticas contundentes, las que indudablemente golpearían al presidente Trump. Para prevenir que eso suceda, ahí están los republicanos que defenderán a su presidente con todo, aunque eso implique una degradación moral y política de la débil democracia estadounidense.
En el discurso, la estadounidense parece ser una democracia robusta, pero bastaría con mencionar que los republicanos ganaron perdiendo el voto popular gracias a que manipularon distritos electorales.
El presidente carece de un mandato decisivo, lo que se ha mostrado en una práctica inusual de múltiples marchas, protestando por el revés a los triunfos logrados a lo largo de las décadas, entre los que está la libertad científica. Para abrir boca la EPA ha cesado a los científicos y los reemplazará con empresarios de industrias conocidas por su agresión al ambiente.
Hay estadounidenses que consideran que el acercamiento a los rusos es un acto de traición. De lo que no debe quedar duda, es que la ambición de poder los ha llevado a pisotear sus fobias históricas, aunque sea temporalmente.
No existe remordimiento sobre la manipulación electoral que destruye principios democráticos fundamentales. La ideología se ha impuesto y la derecha republicana entiende que puede arruinar la agenda progresista manipulando al sistema.
Para que los demócratas puedan frenar el embate retardatario de los republicanos, tendrán que formular la pregunta correcta a sus bases y otros grupos políticos.
¿Se inclinarán por un sistema que reproduzca más de lo mismo, aunque promueva algunas caras nuevas?
¿Harán a un lado al viejo liderazgo cuyo conservadurismo ha visto con abulia el avance de la ultra derecha?
¿Serán capaces de formular una nueva agenda política que ponga al frente la calidad de vida?