Última Instancia
No cabe duda que el poder es un factor que convierte a los seres humanos, transforma su carácter, acentúa sus pasiones, sus concupiscencias y muchas veces doblega la virtud y como se dice coloquialmente, “saca al demonio”. Es por eso que las estructuras del Estado han ideado balanzas y contrapesos para que las personas con poder atemperen sus impulsos de ejercerlo indebidamente.
La ética es una de los conceptos que más debe de estar cercano al ejercicio del poder, pero nuestro sistema educativo no ha trabajado lo necesario para establecer la ética como un elemento esencial del desarrollo humano.
Todos sabemos que en México somos maestros en el ejercicio desmedido del poder autoritario, del ejercicio del poder para beneficio personal y para enriquecerse con los fondos públicos, con el poder de colocar privilegios en gente que recompensa con creces a los políticos corruptos.
Mi Ciudad Juárez, es un claro y emblemático ejemplo de lo que puede causar el abuso de poder. Asimismo, mi estado Chihuahua, conoce de sobra los estragos de este abuso. En Juárez tenemos la peor condición de equipamiento urbano que una ciudad de su tamaño y productividad tiene en el país. Tenemos nuestros núcleos de educación superior a 60 kilómetros del Centro de la ciudad, con una pequeña carretera sin alumbrado que la une a la zona urbana más cercana de la ciudad en medio del desierto, en donde literalmente no hay más que lagartijas en un caminucho de 10 kilómetros.
En el estado nos encontramos con situaciones de corrupción patéticas, que son un claro producto de la inexistencia de los controles al poder público.
Sin embargo, estas situaciones de abusos de poder pueden persistir aún en gobiernos integrados por buenas personas. La tentación de hacer las cosas al fast track es muy grande, “el fin justifica los medios”. El problema es que, con esta cultura, no hemos sido capaces de construir instituciones sólidas, que garanticen la persistencia del estado de derecho que a su vez ocasiona que no se cometan abusos.
Tenemos claramente el ejemplo que con Trump nos han dado las instituciones estadounidenses, que han sido más fuertes que un gobernante autoritario por naturaleza, que se ha topado una y otra vez con un muro más grande que el que pretende poner entre nuestras dos naciones: el muro de las instituciones fuertes.
Para que México salga del subdesarrollo es necesario lograr el tener este tipo de instituciones. Pero para lograr un avance en este sentido, es necesario primeramente, que nuestros gobernantes tengan la voluntad política de abstenerse de ejercer el poder de una manera autoritaria.
Para que esto suceda, además de la voluntad del gobernante, necesita haber cambios institucionales, desde el nivel de los partidos y desarrollo de las elecciones (por ejemplo, con elecciones primarias para elegir a candidatos, en la forma de conducir las campañas, etc.), en los organismos autónomos, en la forma de configurar los presupuestos, en la forma de estructurar los gabinetes, en el modo de supervisar el desempeño de los servidores públicos y en la manera de combatir la corrupción.
Vemos en muchos estados este control autoritario de los gobernadores, en la intervención en los otros poderes, en los municipios supuestamente autónomos y en los múltiples organismos autónomos.
Mientras no se le dé más poder al ciudadano, a través de nuevos paradigmas de la democracia, como el del Sistema de Gobierno Abierto, persistirá esta tentación del autoritarismo, que también se da a fondo en los gobiernos municipales, que direccionan las inversiones a áreas en donde pocos se benefician, al entrar en colusión con los “dueños del pueblo”, que no satisfechos con el éxito de sus negocios, quieren hacer aún más riqueza a expensas de lo que le quitan a la población en bien común. Estas voracidades aliadas con gobiernos autoritarios son una gran calamidad para nuestras comunidades.
Es por ello, que los ciudadanos debemos de involucrarnos más y más en política. Para que esto suceda, debemos de eliminar esa falsa división entre “ciudadanos y políticos”. Todos somos políticos, y no hay peor político que un ciudadano que no le interesa la política porque es sucia y es para “políticos”. Esta falsa premisa es una de las principales causas de nuestro desastre como nación.
Los ciudadanos se deben de involucrar. Ahora existen suficientes leyes y mecanismos para obtener grandes logros para que los ciudadanos auténticamente tomen el poder político e introduzcan verdaderos liderazgos y no a personas depredadoras que ejercen falsos liderazgos que nos han tenido de rodillas.
Impulsemos a la democracia hacia esa toma de poder ciudadano, a través de las instituciones del Estado mexicano para que sean ejercidas. Los liderazgos de buena fe deben de tomar conciencia de ello para lograr gobiernos que nos muevan hacia el bien común.