Cuándo Luis Videgaray llegó a la Secretaría de Relaciones Exteriores dijo que llegaba a aprender. Por lo visto el aprendizaje ha sido prolongado porque se comporta como chamaco mal preparado y poco avezado.
Siguiendo la escuela de los neoliberales se lanzó contra la señal izquierdista en Latinoamérica: Venezuela. No obstante que México no tiene nada que ganar en ese pleito. A menos claro está que haya seguido las instrucciones de sus verdaderos amos en Washington.
Los neocons han hecho todo lo posible por equiparar a AMLO con Chávez y posiblemente esa tontería fue la que los llevó a lanzarse contra el régimen de Maduro. El gobierno de Venezuela reaccionó con energía y declaró que vendría a la reunión de cancilleres de la OEA en México a denunciar la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Videgaray se enfrentó a esa amenaza y porfió en promover una declaración intervencionista en la política de Venezuela.
Hasta ahí la jugada pudo haber sido fructifica de haber logrado su propósito, pero aún cuando suavizaron el lenguaje Videgaray no consiguió los votos. Fracaso total.
Venezuela lleva el caso más adelante, anuncia que se sale de la OEA y puede arrastrar consigo a otros países lo que haría reventar una organización continental justo en las narices de Videgaray.
Estos neoliberales han hecho a un lado el principio de no intervención que ha caracterizado a México por décadas y meten las narices de manera imprudente y sin cálculo de lo que arriesgan en el camino.
Ese es el precio que paga un país cuándo un gobierno fallido intenta distraer la atención de los problemas domésticos trasladándolos sin pericia al terreno internacional.