La decisión de expulsar del país al embajador de Norcorea es una profunda equivocación del gobierno mexicano. Geopolíticamente implica tomar partido en una situación que puede ser grave para la sociedad en el futuro. Lo más grave, sin embargo, lo constituye el acto de subordinación que el gobierno peñanietista comete en nombre de México. La tecnocracia mexicana es una chacha malquerida frente a los Estados Unidos, no tienen donde esconder su grado de arrobamiento hacia Donald Trump a pesar de los rechazos que éste personaje va a seguir cometiendo contra nuestro país.
¿Norcorea atenta contra la seguridad nacional de México? La decisión de sacar al embajador asiático es ridícula y absurda. Hace unos días se mostraron evidencias al más alto nivel institucional respecto del espionaje que, supuestamente, se realiza por instrucciones del panista Rafael Moreno Valle y no sucedió nada. Incluso, el personaje señalado, solicitó a la PGR ser investigado al respecto –mostrando así- la confianza en la incompetencia de las instituciones obligadas a encaminar la seguridad. Lo mismo ocurre en temas de corrupción, delincuencia organizada e impacto de las políticas públicas. El cambio en la perspectiva de la seguridad nacional ha sido en perjuicio del pueblo. Para el gobierno neoliberal ese concepto quiere decir externalización, neoextractivismo, contaminación, despojo, etc. ¿Cuál es el sentido de confrontar a Norcorea? De cualquier modo, Norteamérica mantendrá una política de aislamiento respecto de nuestro país. No habrá acuerdo migratorio ni renovación del TLCAN.
La política exterior mexicana ha cambiado notablemente en los últimos años; desafortunadamente, para desmejora. En los primeros años de los gobiernos postrevolucionarios había una enorme precaución respecto de la geopolítica vaticana y estadounidense. A partir de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría se capituló la soberanía del país a los actores hegemónicos occidentales.
El “modus vivendi” no fue otra cosa que aceptar la derechización del país para salvaguardar los intereses norteamericanos. El impulso desmedido de estas maneras en los últimos años terminó por perjudicar a la superpotencia de Estados Unidos y no hay manera de revertir la aculturación objetiva que se ha implementado en el sur de dicho país. Al final, con todas las medidas severas de migración y proteccionismo, se van a requerir siglos para que Norteamérica recupere el sur.
El principal beneficiado de este proceso ha sido la derecha mexicana. Los verdaderos “bad hombres” son los personajes que, milimétricamente, han infiltrado y asaltado la mayor parte de las instituciones públicas guiados por los intereses de la iniciativa privada y la Santa Sede. La ineficacia planeada (Samuel Schmidt) y el Estado eunuco sólo pueden ser objetivos de personajes al servicio de potencias como las mencionadas antes.
Durante la presidencia de Vicente Fox se constituyó la etapa boyante de este clerofascismo. Sin embargo, en la historia moderna y contemporánea del PRI se encuentran personajes al servicio de la ultraderecha que realizaron bien sus misiones: Gustavo Díaz Ordaz, Fernando Gutiérrez Barrios, José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado. Ahora esta experiencia parece tomar sentido, nuevamente, bajo la probable candidatura de José Antonio Meade Kuri Breña cuyos antecedentes conservadores, sinarquistas y tecnócratas son inocultables.
La idea del General Plutarco Elías Calles respecto de que, si hubiera democracia en México, el presidente llevaría sotana; se cumple cabalmente. El asalto de las instituciones privadas de educación superior al gobierno, lo confirma.
A este paso, Rafael Moreno Valle terminará siendo el Miguel Pro que salvaguardó los intereses nacionales y Andrés Manuel López Obrador terminará publicando su versión morenista de España Fiel. Mientras tanto, habrá que esperar el siguiente paso de la política exterior chilindrina que practica Luis Videgaray.