La verdad no tiene nada que ver con mayorías
CATALUÑA
Siguen las buenas noticias: la sangre no llegará al río y esto se ve cada día más claramente como una pantomima sin heridos. Fiel a su arraigada vocación de “Sí-pero-no”, el inefable Pokemón salió por piernas de Barcelona, hacia Bruselas, donde los euroburócratas lo están protegiendo, seguramente con la complicidad de otro egregio “Sí-pero-no” vocacional, Mariano Rajoy (todos están en la jugada para mantener entretenido al respetable, jeje). Pokemón declaró que no busca asilo político, pero que tampoco regresará a Cataluña, donde dejó la víbora chillando, el pastizal ardiendo y a millones de sus paisanos independentistas colgados de la brocha, hasta que reciba garantías de seguridad personal. Al parecer sus otros 18 compañeros rebelditos indiciados por sedición, rebelión y malversación por el fiscal español, le importan un “soberano” comino (esto de “soberano” no es referencia a ningún trasnochado Borbón, conste). O sea, oooootra vez, “No, pero sí”. A ese “héroe retador” le encantan los micrófonos y los reflectores, pero se moja en los pantalones en cuanto se asoma la guadaña. Ah, qué el Pokemón, parece un cruce del Ché Guevara con Gordolfo Gelatino. Me recuerda al genial Groucho: “Estos son mis principios; si no le gustan… tengo otros.” En un estadio mexicano el grito festivo sería sin duda nuestro masivo, sonoro y elocuente: ¡Eeeeeeooo!”. Insisto: buenas noticias, lo que este mundo NO necesita son máááááás fanáticos enfebrecidos dispuestos a matar y hacerse matar por sus fantasías, como tantísimos en la historia. Por ejemplo, liberales y conservadores, federalistas y centralistas, que anegaron en horror nuestro Siglo XIX mexicano y destruyeron cuanto se había avanzado en el orden material. Gracias al cielo, ni Rajoy ni el Pokemón se la creen a ese grado.
GROUCHO
Por cierto, la última compañera que tuvo en su vida Groucho Marx era de Mahatlán. Lo cual no le importa a nadie más que a unos pocos mahatlecos obcecados como yo.
EMPLEADORES
Los diez mayores empleadores del mundo, de menos a más, son: Hon Hai (trasnacional electrónica): 1.2 millones de empleos. Ejército de India: 1.3 millones. Ferrocarriles de India: 1.4 millones. State Grid Corporation of China: 1.5 millones. China National Petroleum Corporation: 1.6 millones. Servicio Nacional Británico de Salud: 1.7 millones. McDonalds (incluyendo franquicias): 1.9 millones. Walmart: 2.1 millones. Ejército chino: 2.3 millones. Y el campeón absoluto es... el Departamento gringo de Guerra, errrrr, de “Defensa”: 3.2 millones de nombres en su nómina. La nómina oficial, porque quién sabe cuántos sujetos (y sujetas) más tiene por ahí escondidos, encubiertos pero cobrando quincenas y haciendo travesuras.
IGUALDAD
A propósito de personas que dan trabajo a otras, hay que distinguir entre quienes pagan por rentar (empleadores: tiempo parcial aunque se diga “completo”) y quienes pagan por poseer (esclavistas: tiempo de veras completo). El genial proto gringo Tomás Jefferson (1743-1826), uno de los “padres fundadores” de esa república vuelta imperio y uno de los hombres más inteligentes que han existido, acuñó la frase grabada a fuego en la Declaración de Independencia y desde entonces enemil veces repetida: “Todos los hombres son iguales”. Solo que aquí también hay unos más iguales que otros. En el momento en que firmó tan augusta proclama, el muchachito Jefferson era propietario de unos 200 esclavos que desde ningún punto de vista podían considerarse “iguales” a su amo blanco e impresionante: delgado, dos metros de alto, sabio, sencillo de hábitos y de trato, buen arquitecto (y ocioso: aprendió el idioma gaélico escocés). Por lo menos a una de sus esclavas, Sally Hemmings, le hizo por lo menos un hijo al que nunca reconoció (a pesar de lo que escribió en una carta de 1814: “La amalgama de los blancos con los negros produce una degradación que ningún amante de este país, ningún amante del carácter humano puede consentir inocentemente”). Jefferson jamás liberó a uno solo de sus esclavos. De manera que, para esos egregios fundadores, la frase igualitaria solo valía para los hombres “libres y propietarios”.