Diario de un reportero
No ha habido nada nuevo. Las campañas presidenciales –o precampañas o como se llamen– son lo que eran antes: un rosario de declaraciones, advertencias y promesas. Lo que ha cambiado es que las redes sociales tienen una influencia nueva y poderosa en la vida política de México, aunque lo que se diga en ellas no siempre tenga sustento en hechos.
Hubo quien se sorprendió cuando José Antonio Meade, candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional, expresó su dolor político: "Nos duele profundamente que Javier Duarte nos haya traicionado con la corrupción", declaró en Veracruz el domingo pasado. "Nos duele que Javier Duarte haya lastimado nuestro prestigio, nos duele porque no nos define y no nos describe".
Eso dijo. Lo que no dijo es que Javier Duarte no robó solo. Lo que no dijo es que muchos de sus colaboradores y presuntos cómplices no sólo siguen libres sino que algunos gozan de fueros y otros de impunidad gracias a acuerdos más y menos oscuros con el poder. Lo que no dijo es que su partido no ha hecho gran cosa para aclarar lo que pasó y ha hecho mucho para impedir que se aclare quién hizo qué y quién se robó cuánto.
Otro candidato que habló en Veracruz fue Ricardo Anaya, de Acción Nacional. El abanderado panista aseguró que quienes han cometido actos de corrupción terminan en la cárcel y devuelven lo robado, como ha pasado en Quintana Roo, en Chihuahua y en Veracruz. Tal vez, pero no siempre ni todos, como se ha podido ver...
Y Andrés Manuel López Obrador, candidato del Movimiento de Regeneración Nacional, visitó varias partes del estado y siguió hablando sobre la corrupción en otros partidos. También hizo mofa de Meade, quien se enredó y dijo que el lugar de los ciudadanos es la cárcel y el de los delincuentes es la calle.
Pero López Obrador no repitió la invitación que hizo a los priistas: "Todo el que está en el PRI, pero se arrepiente de todo lo que hizo mal y decide pasarse a Morena, puede ser perdonado", declaró hace poco más de dos años en Villahermosa. "Al momento que se sale del PRI se limpió".
En el México de nuestros días podemos ver alianzas contra natura, de organismos políticos que en otro tiempo serían radicalmente opuestos entre sí. Las ideologías han muerto, y lo que queda, lo que nos queda, son grupos interesados en el poder.
Hasta donde vamos, es claro que el enemigo político a vencer es la desconfianza. La clase política ha tratado a los mexicanos como una masa maleable y fácil de convencer, un grupo tan despistado que votaría por una vaca y fue tan ingenuo que creyó que la violencia se iba a terminar en seis meses.
Bien puede ser que esa relación perversa entre los políticos y los ciudadanos se acabó o está por acabarse. La gente ya no va a creer lo que le digan los candidatos –pese a lo que indiquen encuestas propias y ajenas–, ni va a votar de manera automática por un partido.
Ha pasado mucho tiempo, se han hecho muchas promesas. La esperanza ganaba pese a la experiencia. Pocos creerán en lo que ofrecen los candidatos a lo que sea, y eso es sano. El riesgo ahora es que muchos crean lo que ven en las redes sociales, donde la gente dice lo que piensa sin pensar lo que dice, como Sabina... Y ese es el nuevo peligro.