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Rechazo a candidaturas tramposas

Cuando se abrió la posibilidad de incorporar candidaturas independientes al sistema electoral en México, la noticia se recibió de buen agrado, incluso con esperanzas de que fuera para bien de nuestra vida política. En el contexto del cansancio y reprobación generalizada de la partidocracia, la entrada de candidatos al margen de los desprestigiados partidos se llegó a ver como un cambio favorable. Luego, el voto ciudadano llegaría a inclinarse por vez primera en la historia hacia un candidato independiente para el gobierno de una entidad federativa, así como, en otros casos, para los poderes legislativos federal y estatal. Pero a medida que avanzaron los tiempos, las gestiones de quienes ganaron por la vía de las candidaturas independientes se fueron ensombreciendo y ese entusiasmo inicial de la sociedad por esta nueva modalidad se fue apagando. El desencanto provino, sobre todo, de Nuevo León, donde un “independiente” llegó a la gubernatura pero no cumplió las expectativas del electorado y, para colmo, muy pronto olvidó su compromiso –apenas había cubierto un tercio de su mandato– para buscar la Presidencia del país. Por fortuna, no todo fueron decepciones: en el lado opuesto, la llegada al Congreso de Jalisco del joven Pedro Kumamoto por la vía independiente vino a refrescar la vida política en el estado y generó esperanzas de que haya otras maneras de hacer política. Sin embargo, hoy de nueva cuenta empieza a brotar la desesperanza después de que se difundió la noticia de que algunos aspirantes a candidatos independientes al Legislativo han incurrido en trampas durante el proceso de recolección de las firmas de apoyo necesarias para aparecer en las boletas. De entrada, quienes han echado mano de esos artilugios –y al parecer no son pocos– se descalifican a sí mismos, no son confiables ni responden a los anhelos ciudadanos que buscan desterrar la corrupción y la impunidad en todos los campos. Más allá de que se deban revisar los requisitos para obtener una candidatura independiente, pues muchos opinan que son excesivos, sobre todo para el caso de los aspirantes a una candidatura presidencial –demasiadas firmas distribuidas en muchas entidades federativas–,de ninguna manera se justifican las trampas y corruptelas, y menos aún el cinismo, como en el caso de uno de los candidatos independientes a la Presidencia, que consideró que tales irregularidades no pasaban de ser una “travesura”. O lo que ocurrió con el llamado Jaguar, que sospechosamente acumuló cientos de miles de firmas en unos cuantos días… ¡Ufff! Por eso, el Instituto Nacional Electoral (INE) está obligado a investigar la legalidad de estos procesos y aplicar leyes y reglamentos a fin de que sólo se inscriba en las boletas electorales a quienes hayan cumplido plenamente y sin trampas todos los requisitos. Eso devolvería cierta confianza del electorado a tales candidaturas y al propio INE, que contaría con el respaldo y aplauso ciudadano. Lo importante, considero, es que exista credibilidad, incluso si no hubiera candidatos independientes, porque la sociedad a fin de cuentas concibe que son incapaces de contener la partidocracia. De hecho, segmentos significativos del electorado no encuentran por quién votar, pues ningún candidato parece convencer, y no sólo por sus pobres características individuales, sino sobre todo por el desprestigio que arrastran los partidos que los han postulado. Esperamos, entonces, que por lo pronto se clarifique el proceso de recolección de firmas de las candidaturas independientes con apego a derecho. Asimismo, que los partidos políticos tomen por fin conciencia de su distanciamiento de los electores y pongan nuevas bases de relación, de resultados y respuestas frente a la sociedad para que lleguen a ser realmente representativos de los intereses y aspiraciones ciudadanas.

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