En el futbol los equipos que tienen mal desempeño bajan a una división inferior. Imagino que es para presionar a los equipos a mejorar su calidad y propiciar una mejor calidad en el espectáculo, lo que a final de cuentas implica mayores ganancias para los dueños de los equipos y las empresas que patrocinan. No es un tema menor el nivel de embrutecimiento alcohólico que se propicia en los estadios con la venta de cerveza.
¿Qué tal si la política fuera igual, aunque sin cerveza?
Hay diversos niveles de representación. Existen partidos locales y partidos nacionales. En cada caso hay reglas distintas, los locales están sancionados por leyes de los Estados y los nacionales por una ley federal.
Si un partido no alcanza los mínimos fijados legalmente pierde su registro, lo que implica que no puede correr en futuras elecciones y pierde las prerrogativas de ley. Este es el golpe importante porque muchos en realidad van solamente por las prerrogativas o sea que logran que la política sea un modus vivendi. En realidad contribuyen poco a la agenda nacional, porque permaneciendo como enanos, en el mejor de los casos suman su magro apoyo a alguno de los grandes, eso con la esperanza de crecer. Esa fue la estrategia del Partido Verde, que lo único verde en su agenda tal vez sea lo que se fuman cuando se les ocurre imponer la pena de muerte.
La idea es crear un sistema de partidos de primera y partidos de segunda. Los de primera tienen el incentivo para que se les invierta mientras que los de segunda deben batallar más para convencer y alcanzar a la primera división.
Esta idea estaría incompleta sin agregarle la privatización. Algunos equipos de futbol reciben fuertes apoyos públicos, muchos ilegales por supuesto. A algunos se les construyen estadios, a otros se les compran boletos, y otros más ven llegar dinero de forma misteriosa. Misteriosos son los caminos de los fondos públicos. Pero en realidad, al ser empresas, deben contar con soporte de inversión para amalgamar buenas formaciones que aseguren un gran espectáculo y configurar emporios económicos. Pienso en el Barcelona por ejemplo.
Si aplicamos la regla a la política, podemos empezar quitándole el dinero público a los partidos políticos y que tengan que convencer a sus seguidores para que los mantengan. Se pueden poner reglas como en la bolsa de valores y exigir por ejemplo, que transparenten el dinero que reciben, así sabremos que no reciben dinero del narcotráfico u otras empresas criminales, como sucede en el futbol. Y no me refiero solamente a las televisoras.
Un partido para ser exitoso debe contar con muchos apoyos. Hoy es definitorio el que le da el gran capital porque les permite realizar trabajos sucios que inflan artificialmente los apoyos sociales. No puede sostener que cuenta con apoyos sociales un partido que tiene que comprar los votos. Este manejo hace que el donativo sea parte de una conspiración criminal, ya que se supone que la compra de votos es ilegal, aunque ahora quién tiene que vigilar se vuelve como los tres simios: no hablo, no oigo, no veo.
Esto nos lleva a otro elemento.
El futbol para ser exitoso debe contar con instancias de arbitraje honestas (lo que al ser humano no siempre se le cumple a cabalidad), y una organización que armonice los intereses de las partes. La FIFA no le entrega dinero a las partes, sino que las partes la sostienen para que les de viabilidad.
Las elecciones deben contar con una instancia de arbitraje honesta, como por ejemplo la sociedad. Hay países dónde la comisión electoral apenas y se nota y las jornadas electorales las manejan voluntarios que vigilan que se cumplan normas bien establecidas. Aunque suene a utopía. Qué tal si desapareciéramos al INE, TRIFE y las estructuras estatales. El ahorro lo invertíamos en escuelas y los partidos tendrían que pagar una cuota para sostener al aparato de vigilancia conformado por jubilados.
Y entonces sí. La sociedad se encargaría de sostener candidatos, de pagar campañas y de asegurarse que no hubiera trampas.
Cuando surgiera alguna disputa las partes podrían acudir ante los tribunales normales, como sucede en cualquier país que se respete al contar con Estado de Derecho.
Si desoligarquizamos la política y se la arrebatamos a las burocracias partidistas, tal vez y hasta hagamos que el juego sea democrático, y que se aleje el gran dinero que se invierte en contratar a mercenarios cuya tarea es ensuciar las elecciones y enrarecer el ambiente.
Y en eso desperté y encontré que la corrupción seguía ahí.