Durante mucho tiempo se sostenía que la condición para que llegara la democracia era la muerte del PRI.
En el año 2,000 recibieron un golpe brutal pero seguían muy fuertes a nivel local y eso les permitió seguir siendo un factor de poder importante, de hecho desde las delegaciones federales y desde el congreso prácticamente gobernaron, aunque aprovecharon la inocencia y mega ambición de los panistas para elevar la corrupción a niveles nunca imaginados.
Ahora el PRI parece haber recibido una puñalada que pudiera ser mortal. Ha quedado en tercer lugar y en algunos lugares más abajo.
Si en el pasado demostraron la dificultad para actuar sin la guía superior del poder absoluto, ahora carecerán de el sin gobernadores, y con un gobierno que entiende muy bien que no debe dejar resquicios de poder. El 2018 es un golpe brutal para la lógica que creó al partido y le aseguró larga vida. Aunque quedan resquicios nostálgicos de los viejos manejos autoritarios del poder.
En el EDOMEX, cuna de los atracomucho se resisten a cumplir con la voluntad de la sociedad. Con una argucia legal tratan de arrebatarle la mayoría en el congreso a MORENA, y eso que ese partido ya les había ganado en la elección para gobernador en el 2017. La sociedad exige atarle las manos a los malos políticos y no que traten de lograr en la mesa lo que se les negó en las urnas.
En los estertores de muerte el dinosaurio sigue dando coletazos, sin darse cuenta que mientras más golpea más daña su muy escasa credibilidad y reduce sus posibilidades de sobrevivencia.