O al presidente Peña Nieto se le salieron las cosas de las manos y perdió el control del país, o esta propiciando la turbulencia para dejarle el país a punto del incendio al nuevo gobierno, o es el resultado natural de un gobierno que se dedicó a robar en lugar de gobernar. El caso es que se empieza a generar una turbulencia generalizada en México.
Aunque no es nuevo, estamos viendo un resurgir en el uso de los golpeadores para enfrentar los conflictos sociales. Los mandaron a la UNAM para distorsionar un movimiento estudiantil, los mandaron a Zacatecas para intimidar a los mineros que estaban en un proceso de recuento sindical, los mandaron al Estado de México en contra de los ejidatarios que protestan contra los abusos de los constructores involucrados en el nuevo aeropuerto. Y esto es solamente en una semana.
En México faltan niveles de mediación para resolver demandas sociales y por eso los conflictos escalan; simultáneamente, abunda la impunidad por lo cual cualquiera que tenga dinero puede agredir a los demás sabiendo que no habrá consecuencias, y eso también escala los conflictos. No en vano los mexicanos creen en las teorías de la conspiración y buscan las manos que mecen las cunas.
Desatender el cúmulo de conflictos es totalmente irresponsable, lo que posiblemente le preocupe muy poco a un presidente que sabe que pasa a la historia muy mal calificado.
La sociedad debe ser capaz de cuidarse de las provocaciones y no sucumbir ante las turbulencias que se ven en el horizonte. No es fácil, pero el futuro es nuestro, hay que cuidarlo.