La campaña presidencial se basó en la promoción del miedo. México se convertiría en Venezuela, López Obrador sería Chávez o Maduro, la economía se derrumbaría de golpe.
Parte de los fondos de la campaña proviene del sector ultraderechista de la oligarquía, esos que financian al Yunque y que están dispuestos a derrumbar a México para que dios venga raudo y veloz a salvarnos.
Esa oligarquía menos interesada en el bienestar general que en su beneficio propio. Se escudan en principios religiosos para ocultar su egoísmo y voracidad, porque son insaciables, su preocupación es competir para subir de nivel en las páginas de las revistas que califican a los ricos.
La elección y su resultado rotundo no terminaron la campaña ni la terminarán. Para ellos cualquier resultado ajeno a su control absoluto es incorrecto e inadecuado y hay que descarrilarlo. No se preocupen por hablarles de democracia, porque no es resultado de la palabra divina.
Cuándo una mayoría abrumadora elige a un político le otorga autoridad para tomar decisiones de acuerdo a lo prometido en campaña, no para que negocie en lo obscurito en contra de sus votantes.
Pero la oligarquía rapaz está acostumbrada a que la voluntad popular sea pisoteada para que prevalezcan sus intereses mezquinos y egoístas.
Por esos sigue la promoción del miedo. Se caerá la bolsa, se caerá el peso, dejará de llover, se hundirá el Titanic II en el Pánuco, caerán pelotas de granizo, se pudrirá la gasolina, Trump nos escupirá y vendrá Maduro a tomar posesión el 1 de diciembre. Pónganse a salvo.