Una campaña recorre México, es el fantasma del miedo y el odio (disculpas por la paráfrasis Marx). No había tomado posesión como presidente y AMLO ya era el peor presidente electo en la historia de México, el argumento continuó cuando asumió la presidencia, ahora un mes y días después, es el presidente más inepto.
Haga lo que haga siempre hay un contra argumento. Cumplió con su promesa de campaña y empezó a entregar estímulos económicos a jóvenes sin escuela ni trabajo, a discapacitados y a los viejos (pertenezco a esta categoría así que puedo ser políticamente correcto usando una palabra del diccionario y no un eufemismo), pero el grito no se hizo esperar: Está tratando de ganar votos para las próximas elecciones.
Aún con las decisiones bien tomadas y en las que hay acuerdo, siempre se agrega un PERO. Escucho, hizo bien en atacar el huachicol y atajar la corrupción, PERO, debió tener una mejor estrategia para confrontar la escasez. Si argumentas que la escasez se debió a la campaña del miedo articulada contra AMLO desde 2006, la discusión se mueve a otro terreno; por ejemplo, un funcionario federal de alto nivel me respondió: este gobierno provoca el miedo, cuando quedó claro que había una campaña de por medio, el argumento lo movió a lo personal: tengo miedo que me bajen el sueldo o me corran. Seguramente le bajaran el sueldo, y eso no es una campaña de miedo presidencial.
No se atisba un freno a esa intolerancia, la pregunta es cuándo se atemperará la neurosis que está propiciando, por lo pronto, están poniendo las bases para el cacerolismo.