Recibo un mensaje invitándome a marchar en protesta contra López Obrador, le pregunto al convocante porque no protesta contra aquellos que dejaron al país en una condición ruinosa, pero la ideología le gana, hay que protestar contra el “izquierdista”.
Reviso las cifras sobre la mega marcha nacional, el intento de copiar a los chalecos amarillos franceses sacando de contexto la lucha que se da por aquellos lares, y veo que fue una minoría ínfima la que salió a marchar.
Le pregunto al convocante si fue a marchar y responde que fueron muy pocos, que se requieren contrapesos, que no hay autocrítica del gobierno y que espera los números económicos del gobierno. Me repite la retahíla de las consignas de las campañas inspiradas por la oligarquía.
Insisto en saber si fue a la marcha, tal vez estuvo entre los muy pocos y ya no responde, sospecho que su silencio es porque no fue a marchar.
Y es que tal y como se ven las cosas, una cosa es protestar desde la comodidad del teléfono celular y otra muy distinta, andar asoleándose y cansándose para demostrar públicamente la molestia con el régimen.
Así entonces el principio de estos protestadores es “Hágase la marcha en las mulas de mi compadre”.
Ah, los chalecos amarillos franceses descalificaron de inmediato el uso de su símbolo negando tener algo que ver con ese grupo mexicano, porque en Francia protestan contra la esencia que representan los opositores a López Obrador.