Inicié la jornada del pasado martes con un correo electrónico remitido desde México. Me pedían intervenir en directo en el informativo de la mañana desde una emisora de radio desde la que periódicamente me llaman para conocer mi parecer sobre asuntos relativos a España o a América Latina. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, AMLO para amigos y adversarios, había publicado una pequeña intervención grabada en vídeo en la que pedía que el Rey de España ofrezca sus disculpas a los descendientes de los pobladores originarios de lo que hoy es su país; y esto por los horrores de la conquista que comandó Hernán Cortés. Accedí a la petición, por supuesto. Como también a la que recibí poco después de la periodista Lara Carrasco, del diario digital Infolibre.
En ambas ocasiones dije que la cosa puede abordarse desde dos planos: el que llamaríamos histórico y el que podríamos denominar político. En cuanto al primero, entiendo que la intervención de AMLO es -sintetizando al máximo y dejando de lado cuestiones secundarias- confusa en la medida que mezcla la conquista propiamente dicha, la independencia, el Porfiriato y la Revolución mexicana sin solución de continuidad.
Tal vez alarmado por la virulencia de una parte de las respuestas que recibió -desde España y también desde México-, López Obrador enfatizó en una intervención posterior que también él, en nombre del Estado mexicano, ofrecería esas disculpas por la parte que corresponde a los siglos XIX y XX, ahora que se acerca el bicentenario de la independencia del país.
En mi opinión, y así lo dije en las entrevistas, como no es posible re-escribir la historia no tiene demasiado sentido revisar un proceso traumático vivido hace cinco siglos con categorías de la actualidad. Entiendo que hablar de Derechos Humanos en relación con la conquista, que indiscutiblemente fue cruenta y causó un sinfín de sufrimiento, no es correcto.
Sin embargo, entiendo que no debería ser difícil que la diplomacia española y la mexicana llegaron a consensuar una declaración conjunta que reconociera que la conquista fue un proceso terrible, particularmente para los pobladores originarios. No estaría de más, con todo, recordar que cuando los españoles llegaron a las tierras de lo que hoy es México aquello no era un jardín paradisíaco, ni mucho menos, y las relaciones entre los autóctonos no eran precisamente de hermandad.
En cuanto al plano político, entiendo que el de AMLO es un discurso de consumo fundamentalmente interno, un discurso ante el que cabe preguntarse si lo que realmente convendría los actuales descendientes de los pobladores originarios es una disculpa del Rey de España o medidas políticas inclusivas y efectivas que les permitieran salir de la extrema pobreza. La respuesta a este interrogante la deberán dar las autoridades y las instituciones mexicanas.
En un segundo momento, como no podía ser de otra forma, me pregunté explícitamente por cómo iban a reaccionar las derechas hispanas, tan nacionalistas ellas, ante la petición de AMLO. No me decepcionaron, por supuesto que no.
Más allá de determinadas declaraciones subidas de tono, inadmisibles y auto- descalificadoras por insultantes y denigrantes, dirigidas al presidente mexicano [Pérez Reverte, por ejemplo], los políticos españoles respondieron según un esquema perfectamente previsible. El PP, Ciudadanos y Vox, con Pablo Casado, Alberto Carlos Rivera [que ya no es Albert] y Santiago Abascal, respondieron más que airadamente; calificaron las palabras de López Obrador de ofensivas y coincidieron en que si alguien debe disculparse debe ser, precisamente, el mandatario mexicano. Todo ello tras remarcar que la tarea de España en América fue un hito en la historia de la Humanidad de la que todos [los españoles] debemos estar muy orgullosos.
En cuanto a la respuesta de Podemos tampoco hubo sorpresas. Ione Belarra usó Twitter para afirmar que López Obrador tiene mucha razón en exigirle al rey que pida perdón por los abusos a la Conquista. Y añadió que si gobierna Podemos habrá un proceso de recuperación de la memoria democrática y colonial que restaure a las víctimas [sic].
Desde el PSOE, más allá de alguna voz híper ventilada, primó la posición del Gobierno de Pedro Sánchez, también con un tono y con unos contenidos previsibles, pero más respetuosos y constructivos.
Más allá de las respuestas partidarias y del Gobierno de Madrid. el presidente mexicano debería saber que la España nacionalista y reaccionaria carece de la sensibilidad necesaria para responder de forma edificante a una petición como la que ha formulado, más allá de que podamos discutir si la forma en la que lo ha hecho es la más adecuada. Si las derechas hispánicas son impermeablemente insensibles ante una realidad como la de los miles de víctimas de la guerra que aún permanecen en las cunetas, sin que el dolor que esto provoca a las familias de los desaparecidos los conmueva lo más mínimo; si aún les parece lo más lógico del mundo que los restos del dictador Franco permanezcan en lo que llaman Valle de los Caídos, nadie debería sorprenderse por la respuesta a la demanda de reparación por los horrores de la conquista americana.
Sin embargo, entiendo que el camino para las relaciones bilaterales no puede ser, no debe ser, el de la confrontación nacionalista. México es un gran país amigo, con el que España tiene unos lazos tan fuertes como incuestionables y, efectivamente, tiene una deuda histórica indiscutible: la derivada de la fraterna y solidaria acogida a miles de fugitivos de la Guerra Civil y de la dictadura de Franco. Ahora, cuando se cumplen 80 años de aquella extraordinaria recepción a los exiliados españoles, es un momento idóneo para poner el énfasis en lo que nos une, como sociedades de ciudadanos libres y con memoria histórica, y abordar lo que son cicatrices de las heridas del pasado, aunque tan remoto como el siglo XVI, con la firme voluntad de superarlas.