Coctel fatal: Armas y Racismo
- Martha Chapa
- Aug 10, 2019
- 3 min read
Divagaciones de la Manzana
Una vez más, los intereses comerciales, el dinero, las ganancias se imponen sobre la vida con una secuela de muerte.
Cuántas veces lo hemos visto, sobre todo en años recientes, cuando un sujeto dispara con suma alevosía, demencia y crueldad a personas inocentes e indefensas, segando su existencia.
Ahora tocó el trágico turno al Centro Comercial Cielo Vista, en El Paso, Texas, con un saldo aterrador de 20 muertos y una treintena de vida, entre los cuales ocho mexicanos murieron y otros tantos quedaron heridos.
En esta ocasión, sin embargo, se suman especialmente dos factores que potencian el odio y la violencia.
Por una parte, queda al descubierto nuevamente la venta irrefrenable de armas, sin mayor restricción para adquirirlas. Muchas voces se han levantado en décadas recientes en contra de este mercado que genera millones de dólares por ventas y utilidades a quienes las fabrican y comercializan, con horrendos efectos que alcanzan estos ajusticiamientos a la luz del día, lo mismo en universidades, centros comerciales, oficinas y diversos lugares públicos.
A tal agravante habría que agregar un racismo galopante que penetra en las mentes de muchos jóvenes, los fanatiza e incluso alienta en algunos, ese carácter psicópata que explota violentamente en cualquier parte y hora del día, con saldos de tragedia colectiva.
Una decadencia regresiva, que no podíamos dejar de mencionar en el contexto de un clima social y el discurso político de nuestro tiempo, que criminaliza a la migración, la rechaza, la reprueba y expulsa de quienes no son nativos y no se identifican por sus rasgos caucásicos.
El mensaje que cundió por las redes y que se asocia al criminal, lo confirman sobradamente: hay que acabar con la población hispana, eliminarla, desaparecerla de los Estados Unidos, al grado de que el ejecutor viajó nueve horas para llegar a un punto de confluencia fronterizo donde justo acuden mexicanos y latinos, ya sea que vivan en el sur de Estados Unidos o bien en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Resalta también la hipocresía del Presidente Trump y sus constantes mensajes discriminatorios que conllevan además un estigma denigratorio contra los mexicanos como delincuentes, drogadictos o lacras sociales. Las estadísticas no mienten, pues en su gestión se han incrementado significativamente las agresiones supremacistas. Una lacerante realidad que no compete sólo a la sociedad norteamericana para solucionarla y erradicarla, incluso un abrumador armamento que fluye sin ninguna regulación por su territorio y de paso por el nuestro.
Frente a estas conductas racistas y excluyente que por igual permean en vastos puntos de geografía norteamericana, el gobierno mexicano debiera también por su parte detener el tráfico de armas que cruzan impunemente por nuestra frontera y equipan a los cárteles del narcotráfico, y mostrar una mayor dignidad y decisión para defender a los mexicanos que viven y trabajan en suelo norteamericano. Por cierto, se ha presentado oficialmente una contradicción más, pues mientras que el Presidente habla de no inmiscuirnos en los asuntos del país vecino, Ebrard exige participación en las investigaciones del acto criminal, además de su incomprensible intentona, bajo el pretexto de la figura del terrorismo.
Y no hablaré ya de lo que ocurrió en Ohio y Chicago, ya que es más de lo mismo. Eso sí, van mis más sentidas condolencias para las víctimas y sus familiares.
Se requieren entonces respuestas urgentes y eficaces o de nueva cuenta tales hechos, siempre cruentos, inmisericordes, absurdos y dolorosos
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