Divagaciones de la Manzana
La violencia contra las mujeres en nuestra sociedad, en nuestras calles, nuestros hogares, no sólo no se contiene sino que sigue incrementándose con índices alarmantes y ya de tintes escandalizantes.
Tan sólo las cifras que se han registran en lo que va del presente año nos horrorizan y pasman e incluso repercuten más allá de nuestras fronteras: Más de mil feminicidios y 25 mil carpetas de investigación abiertas por delito en el país.
Las causas, como bien lo sabemos, son complejas y conforman un entramado con un alto grado de dificultad para desarmarlo, pues lo mismo responden a condicionamientos Culturales, donde el machismo y la misoginia imperan, como también la impunidad e ineficiencia de la policía y los circuitos judiciales para prevenir y corregir esas tendencias delictivas.
Así, hemos sido testigos de infinidad de agresiones a cientos de miles de mujeres de las más diversas clases económicas y de entidades federativas, y que no se sancionan en tiempo y forma.
Mientras tanto, la desesperación e indignación han cundido en la población femenina y sus propias familias, a lo largo y ancho del país, al grado de que ahora como lo vimos en la Ciudad de México la protesta ha sido enérgica y firme para que el gobierno mismo reaccione y afine sus estrategias, mejore los procesos judiciales, y sea ms eficiente y expedito en cuanto a la impartición de justicia. Como no entenderlas si día a día atestigüamos casos en los que la propia policía viola u hostiga a mujeres o es cómplice de criminales y delincuentes.
Una fuerte reacción que si bien se explica y entendemos, desearíamos que en ningún caso conlleve ira y destrucción, para transitar por la vía pacífica e institucional.
En todo caso, es un llamado a que las autoridades respondan más y mejor así como que las diversas organizaciones feministas exijan respuestas a sus demandas y protestas, y que estas no sean criminalizadas.
Y que quede muy claro, que es un asunto que nos compete a todas y todos, a hombres y mujeres, para perfilar una sociedad equitativa respetuosa, armónica y complementaria a favor de las mejores causas de México, es decir de nosotros mismos, sin excepciones.