Se me ocurrió un día que podía ser comisionado para el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI), realicé una propuesta que fue muy bien recibida y me dediqué a cabildear en el senado. Aunque para ese momento mi carrera de politólogo estaba muy consolidada, con más de 30 libros publicados y cientos de artículos, no era necesariamente cierto que las senadores me conocieran; asumo especialmente que en un país de no lectores no hay razón para que los legisladoras hagan lo contrario.
Me recibían con desgano, como si les quitara algo de su muy valioso tiempo, algunos hasta se dieron el lujo de mentirme, pero uno, el menos esperado, recomendado por un buen amigo me quitó la careta:
- Mira, esto es un reparto.
Entendí que yo no estaba en las cuotas, porque de haberlo estado el se hubiera enterado, y gracias al amigo mutuo me ahorraba el desgaste de seguir persiguiendo senadores. Ahí terminó mi deseo de ser un ciudadano que orgánicamente se enfrenta a los abusos/fallas del gobierno.
Se anuncia que los organismos autónomos son el brazo de la sociedad civil para vigilar al poder político y fungir como el contrapeso que anula el autoritarismo mexicano. Si el federalismo funcionara, el poder legislativo estaría vigilando al poder ejecutivo, cerraría las vías para el abuso y dispendio, pero los legisladoras se contagiaron con el virus de la corrupción y la ambición política. Los panistas instituyeron los moches en la Cámara de Diputados que consiste en exigir una parte de los fondos autorizados y de hecho rara vez se ve a una diputado que salga pobre después de tres años en el puesto.
La solución a la disfuncionalidad federal fue crear “organismos ciudadanizados” autónomos y con cobertura constitucional, cuyos consejos se conforman por una negociación de cuotas entre los partidos, o sea ciudadanización a la mexicana. De paso, era una buena solución para crear empleos magníficamente pagados para los seguidores del partido, al fin y al cabo en ese entonces dinero es lo que sobraba, porque si la recaudación era insuficiente, quedaba la posibilidad de endeudarse, y esa al parecer era ilimitada, como demostraron Peña Nieto y sus Chicago boys.
Se creó una burocracia de platino, dorada es menospreciarlos. La batalla para entrar era encarnizada y se luchaba con denuedo para no perder los beneficios (megasalario, automóvil, chófer, gastos de representación muy amplios, teléfonos, viajes, y en la Suprema Corte hasta niñeras, este no es organismo autónomo pero son parte del esquilme nacional). Se dice que Córdova fue a negociar la presidencia del INE a Los Pinos y vaya usted a saber si para esas conciencias no convenía venderle el alma al diablo a cambio de una buena fortuna. Todavía no han hecho las auditorías que muestren los moches en esas instancias, aunque filtran por ejemplo, que al INE se le perdieron 350 vehículos, ojalá los encuentren.
No es que en aquellos años estuviera bien que el país mantuviera a esa burocracia, pero lo es menos ahora que ante el desastre financiero legado por el PRIAN el país requiere de un reordenamiento de las finanzas públicas, o que los políticos sean austeros, que no debe querer decir más que, que gasten lo que deben gastar y eliminen el dispendio. Que usen su vehículo para ir a trabajar, que paguen su comida, su teléfono y compren su seguro médico. ¡Qué cosas se me ocurren!
La burocracia de platino plantea que privilegios ganados son privilegios mantenidos y pelean rabiosamente para que no se les reduzca la fortuna que se llevan, por supuesto que no se solidarizan con el país, más bien todo lo contrario, hacen correr la especie de que la democracia está en peligro si les bajan el salario. Le bajaron el salario al presidente de la República y lo único que atenta contra la democracia es la derecha y su guerra sucia, por cierto, entre esas voces están los que defienden los mega salarios del INE, o se oponen a cualquier cosa derivada de la necesidad de poner orden.
La burocracia de platino sostiene que sus privilegios se derivan de la ley y cuándo se cambia la ley corren a ampararse, porque tampoco se trata de que dejen de abusar legalmente.
Cuando me retiré de la contienda por el INAI me ofrecieron que entrara al Instituto como empleado, muy bien pagado por supuesto, y para la próxima ronda brincaría, o sea, que pasaba a ser un recurso de un partido y me ofrecían meterme en su cuota. Me quedé en la academia para ver que en el país de la simulación el abuso tiene un magnífico caldo de cultivo, y ay de aquel que trate de revertirlo porque se encuentra con la rabia de los defensores ciudadanos de la nueva moral.