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Al gran Rodolfo

La Manzana Flechada

Al pintar, Rodolfo Morales parece soñar. Cómo no evocar a esa mujer tendida horizontalmente en el cielo como en levitación eterna. Y así otras de sus obras, donde se cruza la realidad con la irrealidad, desembocando en propuestas subrrealistas.

Qué decir de las tonalidades tan intensas y contrastantes como lo puede ser por igual un sueño. Un sueño si, lleno de belleza, de luz, de explosión creativa y de ensoñación para quienes los miramos.

Nació en Oaxaca, tierra de excelsos creadores como lo fueron también Rufino Tamayo y el propio Francisco Toledo, que recientemente dejo la tierra para nuestro pesar, aunque nos legó una obra deslumbrante, de lo mejor de México, por lo que siempre estará presente entre nosotros y las generaciones futuras.

Se dice que Rodolfo Morales fue un niño solitario y que en esos recovecos de soledad fue gestando con una imaginación desbordada sus creaciones, en las que directa e indirectamente tuvo mucho que ver su madre, pues igual lo inscribió en la escuela primaria para que se formara y tuviera más conocimientos, que lo retiró de ahí mismo donde estudiaba, ya que no le parecía la tendencia en la época cardenista, con una educación un tanto anticlerical y socialista. Fue también su madre, quien lo introdujo en el taller de arte y manualidades que decidió abrir, una vez que renunció a seguir como maestra en ese ambiente que rechazaba por su ideología. Ahí Rodolfo, siendo un niño, empezó a jugar con los sobrantes (telas, hilos, etc.), para ir armando desde un papalote hasta un collage que desde ese momento tuvieron una gran aceptación en su localidad, y que con el tiempo, se le convertirían en objetos de arte que él fue creando a la largo de su vida.

También le ayudó el oficio de su padre, que era un modesto carpintero, a desarrollar su ingenio constructivo y aplicarlo en sus concepciones creativas de diversa manera.

Con el tiempo, emigró hacia la Ciudad de México con el anhelo de tener una formación artistica más sólida, y con el apoyo de uno de sus hermanos que allá residía logro inscribirse en lo que era entonces la Escuela Nacional de Bellas, hoy San Carlos, para luego dar clases en la Preparatoria 5 de la UNAM como maestro de dibujo durante tres décadas. Justo ahí conoció Angels Cabrera, apodada cariñosamente “Geles”, que era ya escultora e indujo a Morales a que se hiciera y presentara más formalmente como artista plástico. También, detecto su excepcional talento y llegó a decir que: “Rodolfo Morales, es ese nuevo pintor que me complace presentarles a los amantes del arte, sin ninguna duda, el soplo de aire fresco que nos devolverá la alegría de vivir. Su pintura, como es fácil de probar, no está solo realizada con la mente, sino principalmente con el corazón. Llega bien a lo más profundo de nosotros y nos hace sentirlo y disfrutarlo plenamente, porque está imbuido de verdad y ya sabemos que la presencia de la verdad siempre es emocionante’’

Todo ese conjunto de factores incidieron en que el empezara a reconocerse ampliamente y a cotizarse como uno de los mejores pintores de México y sus exposiciones se multiplicaron dentro y fuera de nuestros fronteras. Aquí, por ejemplo, venturosamente tenemos cerca y a la vista, sus murales prodigiosos en el Hotel Camino Real, la Prepa 5 y en el Metro, además de óleos y obra diversa en nuestros museos más importantes.

Fue también un hombre que mostro y demostró siempre una gran conciencia social y ayudó mucho a su pueblo Ocotlán de Morelos e igual Oaxaca con la reconstrucción de casas antiguas y apoyo a museos, en un esfuerzo común con Toledo y Tamayo, además de una biblioteca, un teatro y diversos educativos y artísticos.

En lo personal conocí a Rodolfo, y desde el inicio me pareció un hombre sencillo y generoso que enmarcaban su grandiosa capacidad como artista visual. Siempre

cálido, complaciente, amable y dispuesto a apoyar las mejores causas en bien de los demás.

Por ello, no solo me parece inolvidable a casi ya 20 años de su lamentable deceso, sino altamente meritoria su vida como uno de los más grandes de nuestros creadores y un espíritu luminoso.

 
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