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Pandemia, muchas y ninguna, factoraje y presiones

Diario de un reportero

Si hubiera estudiado sería licenciado en algo, pero el azar y la necesidad me llevaron al periodismo, donde uno escribe cada día la historia de lo inmediato. El clásico diría que no es mucho, pero es lo que hay, aunque hubo mucho en los últimos días.

Cuando escribo estas líneas me entero de que la Organización Mundial de la Salud considera que el coronavirus se ha convertido en una pandemia, y ahora todos corremos el riesgo de contagiarnos o de contagiar a alguien. Esta declaración podría marcar el principio de un cierre universal de fronteras, y de un tiempo incierto frente a cosas que todavía no tienen remedio.

Este miércoles hubo reuniones de todo tipo en la OMS, pero el mensaje del director de la OMS fue claro: pocos países tomaron medidas efectivas a tiempo, y la cosa se extendió más allá de los chistes y las cosas que algunos publican en las redes sociales. Ahora el problema es de todos.

Muchas y ninguna

Primero fueron muchas y después fue ninguna. No se sabe cuántas salieron a las calles del domingo y ni se sabe cuántas fueron las que abrieron el enorme vacío del lunes, pero las mujeres mostraron el tamaño de su enojo y su impotencia ante un sistema – no importa quién mande, quién ocupe qué puesto – que no

puede hacer gran cosa o no sabe qué hacer ante los feminicidios y otras violencias. Marzo será un mes histórico.

¿Negocio con la deuda?

Uno no necesita tener un título para entender que la continuidad administrativa es uno de los elementos que permiten el funcionamiento de cualquier gobierno: los trabajos de una administración no terminan cuando expira un encargo ni comienzan cuando los nuevos elegidos asumen el poder. Supongo que eso se estudiará en los textos de Jellinek o en los de Kelsen, o en algún otro.

Pero parece que quienes ahora están a cargo de Veracruz no se han enterado de eso, y tratan a la cosa pública como si fuera un asunto de familia o un negocio privado, como se puede ver en el caso de lo que se le debe a quienes hicieron obras o prestaron servicios a gobiernos anteriores.

La semana pasada, el secretario de Finanzas y Planeación José Luis Lima Franco anunció que se había conseguido una línea de crédito por trescientos millones de pesos para liquidar el adeudo del gobierno del estado, con la salvedad de que los propios empresarios – timados por quienes tuvieron el poder de sus firmas cuando tuvieron autoridad – tendrán que financiar el préstamo.

El truco del negocio está en el mecanismo que quiere usar la secretaría de Finanzas. Se trata del factoraje, que consiste en que el banco compra las facturas de los acreedores (en esta caso a setenta y cinco pesos una factura de cien, y después la cobran a cien si pueden, aunque los bancos siempre pueden). El precio es alto. Cada uno de los proveedores pagará el crédito que recibirá el gobierno estatal como si hubieran sido ellos quienes negociaron con los bancos.

El razonamiento del secretario de Finanzas pone en duda la seriedad de los contratos que firma el gobierno, porque a fin de cuentas quienes hacen la obra y prestan los servicios van a terminar pagando por trabajar en vez de cobrar por hacerlo. Los bancos ganan, porque los bancos siempre ganan.

El mensaje que manda el gobierno de Veracruz es que prefiere no asumir sus compromisos institucionales y prefiere no fincar responsabilidades donde las haya, que las hubo y muchas. No respeta sus propios contratos. A ver quién se anima a hacer cosas para el estado...

Presiones exteriores

Y luego está la otra noticia. Reuters informa que el viernes pasado se reunieron en la embajada de Estados Unidos representantes de Canadá, Francia, Alemania, Gran Bretaña, los Países Bajos e Italia, cuyos gobiernos están preocupados por la política energética de México, que busca otorgar al Estado un papel más relevante en el sector.

El encuentro, convocado por el embajador de Estados Unidos en México, se debe a que el presidente Andrés Manuel López Obrador sostiene que "la liberalización del mercado y la privatización de otras industrias en el pasado profundizaron la desigualdad crónica en México y alentaron la corrupción", y no han producido beneficios para el país.

Según las fuentes de Reuters, que conservaron el anonimato, los diplomáticos no lograron un acuerdo para comunicar sus quejas a López Obrador "para que no se sienta que lo están presionando y termine adoptando un lenguaje más

radical". Tal vez por eso filtraron o dejaron que se filtraran a los medios detalles del encuentro.

Así que México ya sabe aunque nadie le haya dicho nada.

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