¿En qué cabeza cabe sabotear la línea telefónica para reportar casos de enfermedad enmedio de una pandemia?
Cosío Villegas tenía razón cuándo diagnosticó la muerte de la revolución mexicana hace unos 70 años y sugirió que sería el momento de darle el poder al PAN, el obstáculo para ello es que era un partido sin ideas y sin líderes, un partido que se había creado y mantenido en base a la queja y por lo visto siguen igual. Sus líderes son corruptos, instituyeron formas de apropiación de recursos públicos (moches) y basan su acción política en base a ataques, no se ve una propuesta de nación por ningún lado.
La derecha mexicana carece de agenda y creen que para gobernar es prioritario destruir primero y luego es suficiente colgarse de una serie de clichés o bien de propuestas articuladas en otras condiciones, en otras circunstancias o por pensadores extranjeros (Friedman y la Chicago school). Por esta tendencia a abrigar lo extranjero prejuiciado y lleno de odio es que la ultraderecha mexicana abrazó con ánimo la agenda anti comunista, anti masónica y anti judía del Intermarium que salió de Polonia y lo adoptó el Vaticano.
Para la derecha la acción debe ser la destrucción planteando que ellos corregirán lo que propician. Los republicanos de derecha siguen una política de deuda que arruina a Estados Unidos, igual hicieron en Argentina provocando una pobreza que muchos sentían superada y la oligarquía derechista mexicana frena las inversiones para colapsar a la economía y debilitar al gobierno. Cuándo sienten que su daño ha sido profundo llaman a tirar gobiernos y proclaman la necesidad de tomar medidas de mano dura para corregir sus descomposturas como hicieron en Chile y Bolivia dónde tomaron el poder con violencia y se impusieron con sangre y fuego. En México hay voces de la derecha que promueven tirar al presidente desde antes que tomara posesión, por supuesto que no aceptan que las elecciones las gana la mayoría y hay que esperar hasta la próxima elección para corregir el cuadro político, esa es democracia maldita. El hecho que el presidente haya promovido una ley para la revocación de mandato tampoco les interesa y se molestaron cuándo le puso fecha hacia la mitad de su mandato, porque aceptarlo implicaría dejar de tratar de desestabilizar y provocar turbulencia, y de ganar tendrían que aceptar que la administración llegue a su término legal.
En 2005 publique el libro Las grandes soluciones nacionales frente a la queja porque un año antes había publicado el análisis de Los grandes problemas nacionales donde indicaba la incapacidad mexicana para resolver sus problemas. Mi libro planteaba una propuesta de agenda nacional, la sugerencia pretendía servir como invitación para iniciar un debate nacional para conducir al país en una dirección distinta a la que seguía bajo la guía neoliberal que concentraba peligrosamente la riqueza y ampliaba inmoralmente la pobreza generando de paso severos problemas ambientales y sociales. No tuve la suerte de despertar la curiosidad de los políticos que estaban acostumbrados a seguir ciegamente las órdenes presidenciales y la derecha que estaba en el poder en ese momento, se contentaba con imponer intolerancia y prejuicio, en castigar el aborto en lugar de atacar la agresión a las mujeres; flotaba en el aire la queja de los panistas contra las mujeres que “se visten provocadoramente” y son violadas.
El sabotaje de la línea telefónica está en la misma línea del sabotaje a la economía y ambas son políticamente peligrosamente enfermizas y anti democráticas.
La derecha apuesta al desastre y hará todo lo posible por lograrlo, aunque si acaso logran llegar otra vez al poder, aunque sea por una vía violenta (aplaudieron a rabiar la vía boliviana) no podrán corregir nada y posiblemente tengan una reacción enfermiza, como bien lo mostró Calderón cuándo propició un baño de sangre que hasta la fecha ahoga al país con tal de legitimarse por una elección fraudulenta.
La derecha mexicana va en contrasentido para la democracia y es ineludible derrotarlos blindando a la sociedad para que no caiga en las trampas económicas o de sabotaje.