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Desde la cuarentena (IX)

Diario de un reportero

El viernes se nos ocurrió aprovechar que ya estaban abiertos los viveros para comprar un par de plantas. Nos pusimos los cubrebocas y nos fuimos por callecitas desiertas (conozco bien la ciudad porque la recorrí varias veces recién llegado en busca de apartamento) a Carouge, un pueblo que fundó en 1780 Víctor Amadeo III de Saboya para hacer frente a Ginebra.

Cruzamos el Ródano, pasamos por una esquina vacía del centro, bajamos hasta el parque de los Bastiones y caminamos sin sobresaltos y sin descanso hasta el puente sobre el río Arve (que es un brazo del Ródano), y llegamos a Carouge. Casi no había gente.

De ahí seguimos hasta la calle donde está el departamento que le atribuyen al ex director de Pemex Emilio Lozoya (las versiones de prensa ubican el lugar en una zona residencial con teatros, museos, galerías, restaurantes y tiendas de lujo, que parecen existir sólo en la imaginación de quien dijo eso, pero en fin).

Más allá está el vivero, y la cola de clientes le daba media vuelta al estacionamiento bajo el sol tímido del mediodía. Nos fuimos a comprar tortillas, cochinita pibil, una lata de chiles serranos y dos cervezas – Corona, para estar a tono con los tiempos – y nos sentamos a beberlas bajo la sombra de un árbol en una fuente seca, no muy lejos del monumento a la nutria.

Ignorancia y terrorismo

Luego fue miércoles. En la prensa mexicana había noticias preocupantes: en San Agustín Altamirano, del municipio mexiquense de Villa Victoria, varias personas obligaron a dos empleados de una funeraria a incendiar su propia carroza fúnebre, porque había circulado en Whatsapp la noticia falsa de que trataban de robarse a una niñas.

En San Mateo Capulhuac, del municipio mexiquense de Otzolotepec, varios vecinos del pueblo destrozaron patrullas y vehículos del Ayuntamiento porque oyeron un audio que circuló en Whatsapp advirtiendo que se iban a usar para fumigar gas contaminado con coronavirus en la población.

Ya se había visto antes. Hay quienes afirman que en los hospitales inventan muertes por Covid-19, que a los pacientes les extraen líquido sinovial para venderlo a diez mil dólares por rodilla (hay cuando mucho cuatro mililitros en cada una), que los los soldados rocían a los pacientes por las noches para matarlos, cosas así.

Pero una cosa es la ignorancia de quienes creen lo que les dicen en las redes sociales y ofenden y agreden a quienes están tratando de salvar vidas (en la Ciudad de México, en Guerrero, en Querétaro, en Chiapas, en Jalisco, en Nuevo León, en Yucatán, en Tamaulipas, en Veracruz, en Puebla, en el Estado de México, en Morelos, en Chihuahua, en todas partes), porque la estupidez no conoce fronteras.

Pero otra cosa es la intención de provocar miedo y causar daño. Ahí no hay ignorancia sino malicia y ganas de joder. Quienes han usado Whatsapp para propagar mentiras con premeditación, alevosía y ventaja bien pueden considerarse terroristas.

Según el espíritu del artículo 139, fracción primera, del Código Penal Federal, que habla de quienes intencionalmenter realicen "actos en contra de bienes o servicios, ya sea públicos o privados, o bien contra la integridad física, emocional o la vida de personas, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella". No puede estar más claro.

Militares

La otra noticia de México que provoca inquietud a quien la lee en cualquier parte del mundo es que las Fuerzas Armadas vuelven a ser policía en las calles de la Nación, como en otro tiempo, en vez de quedarse en los cuarteles o de ir a la guerra, que es lo suyo. Los militares se entrenan para matar o morir en defensa de la Patria, no para vigilar a los mexicanos.

El trabajo del ejército y la marina no ha sido fácil. Salieron por primera vez cuando era presidente Felipe Calderón, pero nunca llegaron a tener un marco jurídico claro ni una instrucción precisa. Dos sexenios después siguen igual, como declaró hace año y medio Alfonso Durazo – secretario de Seguridad y Protección Ciudadana –, cuando promovía la creación de la Guardia Nacional.

La cosa es que ahora tendrá que pasar algo, pero no sabemos qué. En última instancia, los civiles no estamos preparados para interactuar con las fuerzas

armadas, y las fuerzas armadas no están preparadas para interactuar con los civiles.

Acá

Llovizna y hace fresco. Pongo algunas semillas para los pájaros en el alféizar de la ventana, entre las plantas que compramos el viernes (lavanda y otra cosa de flores rojas cuyo nombre he olvidado). Caigo en la cuenta de que no he oído el piano de los vecinos desde hace varios días. Me sirvo un trago. Miro por la ventana.

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