Hace unas semanas Roberta Jacobson, ex embajadora de Estados Unidos en México, señaló que el ex presidente Felipe Calderón conocía la relación de su Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, con el cártel de Sinaloa y otros actores del narcotráfico en nuestro país. Con todo, los norteamericanos no pueden sentirse sorprendidos cuando denuncian acciones como las de Calderón. Estados Unidos es la principal potencia narcotraficante y consumidora de drogas. En los estupefacientes encontró, desde la segunda guerra mundial, una forma de financiar su economía de guerra. Todos los presidentes que colaboran con Norteamérica son, han tenido que ser y serán como Calderón, incluído López Obrador.
Felipe Calderón, como Gustavo Díaz Ordaz y Carlos Salinas de Gortari, son muestra de la grave consecuencia que tiene apegarse a la geopolítica norteamericana en forma plena y considerar su apoyo en la posteridad cuando, como expresidentes, pretenden ejercer su influencia nuevamente. Estados Unidos tiene intereses, no amigos. La evidencia de los nexos presidenciales con el narcotráfico es como los señalamientos de la nómina LITEMPO. La derecha es responsable del tono que guardan las relaciones entre México y Estados Unidos. Como agentes de la CIA y traidores al país, se beneficiaron de los millones de dólares anticomunistas para exterminar movimientos sociales y opositores, dieron la pauta para que Norteamérica ampliara su imperialismo y pusiera de rodillas a los mexicanos. Ahí quedó la guerra sucia que tanto los enorgullece y que siguen practicando de manera cotidiana. El mensaje de Estados Unidos para la derecha ahora es que tengan paciencia y que busquen agendas más serias que el feminismo. Para López Obrador el recado es que siga trabajando en el MURO para la emigración centroamericana y que persista en la regulación del narcotráfico. Sobre AMLO pesa la espada del Imperialismo, cada vez hace más compromisos a espaldas de la sociedad. El presidente no debe olvidar a Francisco I. Madero y Henry Lane Wilson, tampoco al Partido Católico Nacional.
Felipe Calderón puede ser el Díaz Ordaz del siglo XXI, dificilmente hay algo que se pueda decir a su favor. ¿Podían estos personajes haberse opuesto a los intereses geopolíticos de Norteamérica? Quizás no. Pero pudieron hacer menos daño intentando fortalecer al Estado y sus instituciones, mejorando el nivel educativo o disminuyendo la pobreza. Por el contrario, la obediencia a las directrices del pentágono hicieron que México se
proyecte en el próximo Irak, donde la economía yanqui hace prospectiva. Para fortalecer a la oligarquía criolla, los gobiernos del PRI y PAN alentaron la paranoia anticomunista de Estados Unidos y, ahora, siguen afirmando que los fantasmas de la LC23Sep y Lucio Cabañas se materializan en López Obrador para realizar la revolución roja. Su temor a los movimientos sociales hizo que los campesinos se fueran de la patria y que la clase media si hiciera superviviente. Cada día la derecha tiene menos credibilidad a pesar de las escandalosas campañas negras que son capaces de patrocinar.
El estado de violencia ha permitido el capitalismo por despojo que expolia los recursos naturales y humanos de México. No debe sorprender que los presidentes de México, los Agencias Norteamericanas de Seguridad y los narcotraficantes tengan tratos y coordinen acciones para regular el flujo de drogas que ingresa a Estados Unidos. Desde Adolfo López Mateos los presidentes mexicanos han tenido que ser agentes de la CIA. Lo grave es dar credibilidad en México a las hipótesis de la propaganda norteamericana respecto a los vínculos entre emigración y narcotráfico, es una falta de respeto a quienes saliendo del país, todavía mantienen el apoyo a sus comunidades y familias gracias a la economía de la nostalgia. De no ser por esos recursos, el mercado de varias zonas se desplomaría.. Vincular las remesas con el narcotráfico es una justificación falaz propia de los norteamericanos moralinos; sus migrantólogos han estudiado a fondo la cuestión y no han encontrado lavado de dinero o compra de armas en los cien dólares semanales y/o quincenales que los paisanos envían a su gente. Es una transferencia que en volumen impacta, pero que constituye un dinero hormiga que apenas activa economías regionales, contribuyendo al desarrollo del país. El fracaso de la política pública 3x1 de la Sedesol, creada en forma entusiasta durante el periodo de Vicente Fox, señala que estas remesas son mínimas y peculiares en su integración. Son recursos que llegan a cuenta gotas a las comunidades expulsoras de emigrantes y que poco abaten la marginación, pobreza, cacicazgo y pistolerismo. Allí está la Mixteca Poblana así como regiones de Guanajuato, Jalisco, Zacatecas y Michoacán donde las remesas sirven para sobrevivir el día.
La mención a ambas situaciones no tendría mucha relación si no hubiera una tercera opinión, que viene repitiéndose desde hace algunos años: que los grupos delictivos “inyectan” la economía mexicana a través de contrabando de armas y dinero que permiten la entrada de fuertes sumas por vías alternativas a los bancos, empresas, constructoras, etc., de manera que no puede rastrearse si su procedencia es legal o no. De manera paralela, al igual que la economía formal e informal se han visto afectadas por la
pandemia de Covid-19, las actividades vinculadas a la producción y trasiego de estupefacientes han experimentado una liberalización por el enfoque en los temas de salud. Lo que se traduce en que la demanda de drogas en Estados Unidos es infinita y no hay forma de regular la oferta. Pero eso es responsabilidad de Estados Unidos y los más de cien millones de adictos en su territorio.
México debe pensar en modelos como Costa Rica, Panamá, Puerto Rico o Perú para aproximarse de una forma nueva al capitalismo estadounidense, toda vez que mantenerse como un narco estado constituye una elección peligrosa a formas salvajes de intervencionismo estadounidense. Mientras el sector primario, la industria y el servicio público no se desarrollen adecuadamente, la economía de la informalidad y la delincuencia serán las características cotidianas.
La rabia anticomunista de la derecha mexicana y sus absurdas propuestas golpistas deben cancelarse. El espaldarazo de EU a AMLO implica que nuestro país necesita estabilidad y seguir operando en condiciones que no irriten al Imperio. En estos tiempos, para Estados Unidos, la derecha mexicana es mas peligrosa que los narcotraficantes. Los nacionalistas católicos son más rabiosos que los talibanes. A la derecha mexicana le hace falta sincronizarse con los importantes cambios que trae la muerte del neoliberalismo, los tiempos de la gobernabilidad sanitaria y la innovación tecnológica. Les corresponde apoyar a López Obrador, su presidente legítimo y legal.
Los tres comentarios resaltan la dependencia de México hacia Norteamérica. Si bien Estados Unidos no va a venir a resolver los problemas de México, debería plantearse si mantener a México y Centroamérica como sus proveedores de droga resulta productivo en algún sentido. Estados Unidos y México deben pensar en una forma de integración económica, social y política diferente.