Divagaciones de la Manzana
Enmedio de esta horrenda temporada del coronavirus, que se alarga cada vez más, tuve presente la gesta heroica que cambió a nuestra civilización: la Revolución Francesa.
Ese 14 de julio de 1789 quedó en la historia de la humanidad, postulando valores tan elevados como libertad, igualdad y fraternidad que en buena medida todavía rigen el pensamiento actual.
Sin embargo, al adentramos más en ese movimiento social y averiguamos como se percibieron los derechos de la mujer. No sobreviene inevitablemente un desencanto, pues no sólo fueron descartados sino incluso bloquearon, además de que condenaron a muchas de las mujeres que apoyaron esas ideas desde sus inicios.
Justo un grupo de mujeres fueron las que tomaron las calles previas a la insurrección y protagonizaron las primeras escaramuzas, así como también quienes marcharon en octubre de ese año hacia el palacete de Versalles, para protestar contra el Rey por la pobreza y la marginación en que se encontraban.
Y fueron también mujeres las que, cuando se les prohibió participar en las asambleas políticas y hacer uso de la palabra, crearon los clubes femeninos donde se debatían ideas, leyes y propuestas que fueran los cimientos de la nueva sociedad. Ahí resalta la participación de Etta Palm que funda la Sociedad Patriótica y de Beneficencia de las amigas de la Verdad, en reclamo a que las niñas más pobres recibieran gratuitamente educación, y cuando ya mayores, tener el derecho a divorciarse, entre otras prerrogativas
La historia nos aporta otros nombres y casos muy concretos, que así lo comprueban lamentablemente.
Mencionemos uno más, de nivel ejemplar: Olympe de Gouges. Una verdadera heroína que hizo aportaciones invaluables. Se trata de la autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, fundamentos precursores del feminismo. Olympe, fue además, una destacada dramaturga y activista que pugnó por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, lo que la llevó enfrentarse a Robespierre, quien acabó por juzgarla y condenarla a morir en la guillotina.
Todavía a inicios del siglo XIX esa lucha por ser libres, iguales y fraternales, eran de beneficio exclusivos para los varones, mientras que las mujeres se mantenían restringidas y hasta amenazadas de arresto, de proseguir en sus intentos de participar e intervenir en las discusiones y como tal la vida pública de esos tiempos.
Queda pues nuestro reconocimiento a quienes elevaron y promulgaron valores tan preciados, sin olvidar que las mujeres no fueron valoradas e incluidas bajo esa concepción, y que tuvieron que esperar varias décadas y si me apuran un siglo, para empezar a hacer realidad la equidad de género, por la que todavía seguimos luchando en nuestros días, hasta que alcancemos su verdadera culminación.