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Donald Trump: ¿El Ronald Reagan de Mario Bergoglio?

En los últimos dos mil años el papel del cristianismo fue central para la configuración de Europa, empero, también se constituyó como un imperio arrogante y excesivo que construyó una narrativa contraproducente a la doctrina que dice representar. El Cristo histórico no era cristiano, europeo, no hablaba latín y no era blanco. Tampoco pretendía la unidad político-religiosa ni le interesaba la geopolítica. La Iglesia Católica contribuyó a la creación del Occidente y Europa, haciendo todo lo contrario según los evangelios. Con todo, la Iglesia Católica es uno de los baluartes de eso que ha dado en llamarse Cristiandad y que, para algunos, es la esencia de Occidente.

Aunque se piensa que la Iglesia católica es un monolito sólido y coherente, la verdad es que se parece a un arcoíris fragmentado, a veces, a punto de romperse. Esas fracturas sirvieron para que en Europa se desarrollarán algunas de las naciones protestantes que construyeron el modelo de Estado Nación y la modernidad occidental. La Guerra Civil al interior de la Iglesia Católica siempre ha existido, para algunos, dicho conflicto es la característica de una religión viva, para otros es muestra de la decadencia y mentira que muestra el agotamiento del cristianismo. Los conservadores siempre estarán dispuestos a destruir el templo para luego levantarlo en tres días, siempre serán la voz de alarma para crear un nuevo enemigo –real o imaginario– que pretenda acabar con la cristiandad y occidente.

Durante el siglo XIX, el catolicismo radical observaba una reducción total de su influencia y hegemonía. La rebelión de las masas fue causa y efecto, para que la Santa Sede recuperara su hegemonía e, inclusive, ampliara su poder gracias a la alianza con Estados Unidos de Norteamérica. Ni Francia, Italia, Alemania, España o Portugal, resultaron tan buenos aliados como la Unión Americana. Karol Wojtyla contribuyó a crear el orden mundial que tanto acusan los nacionalistas católicos ahora, no obstante, obtuvo importantes espacios para el catolicismo en amplias esferas geográficas, económicas, políticas y culturales. De entrada, en Europa del Este, la Península Ibérica, Africa y Latinoamérica, su hegemonía resulta incontrastable. Bergoglio fue uno de los estructuradores de Wojtyla para la consolidación de las derechas en el cono sur de Latinoamérica, precisamente con ese catolicismo belicoso que promovió la Guerra de las Malvinas e hizo de Argentina un bastión más que representativo del nacionalismo católico.

El conflicto bélico entre Argentina e Inglaterra fue extralógico en un contexto como el de la Guerra Fría, pero permitió que las derechas en el continente se legitimaran y el nacionalismo católico encontrara mártires para justificar su retórica. Argentina, Brazil y Chile cuentan con un significativo arsenal militar para intervenir en cualquier nación latinoamericana si Estados Unidos decide abandonar a las colonias que tiene, y los gobiernos latinoamericanos abandonados, pero finalmente libres y progresistas –en un mundo bizarro y paralelo– tienen el valor para realizar alianzas con el Islam geopolítico o la China continental. Ello serviría para que los grupos políticos de la derecha religiosa se impusieran en sus países y buscaran la estabilidad en el espacio de América Latina que consideran propio.

Esta forma de apoyar la acción militar suicida de la dictadura argentina legitimó al nacionalismo católico y a la Santa Sede que, tácitamente, impulsó al conflicto e irritó a la cultura anglosajona para hacer presencia del catolicismo integral

intransigente que no sólo mantenía una guerra anticomunista de baja intensidad sino que, incluso, se animaba a darse escopetazos con la Metrópoli Inglesa. La Guerra, pequeña o trágica, fue un bautizo de fuego para los argentinos y los introdujo al club de los países armados que desarrollan cierta capacidad para conflictuarse por causas históricas que la derecha católica considera legítimas. Estados Unidos se reservó una parcial neutralidad y dejó que las acciones militares argentinas evolucionaran por cuenta propia. Los hechos hablan por sí solos, la Guerra de las Malvinas no fue una fantasía.

Cabe la pregunta ahora respecto a la capacidad de Mario Bergoglio para ir mas allá de lo que hizo Karol Wojtyla puesto que, los católicos norteamericanos tienen un amplio apoyo para Trump y presionar así para que en el proceso político norteamericano, la Iglesia Católica apoye la reelección del Partido Republicano. Las elecciones norteamericanas representan un momento trascendental para los conservadores en Occidente, particularmente para las derechas religiosas, es el caso del catolicismo integral intransigente. Bergoglio es un Obispo que sabe poner en marcha la agresividad de los grupos católicos integrales intransigentes, aunque los grupos tradicionales lo juzgan como lento y permisivo a los progresistas, en el fondo, Bergoglio es más político que Ratzinger..

La pandemia es el momento ideal para el nacionalismo católico. Ahora, con mayor razón y evidencia, pueden culpar al progresismo, la modernidad y el multiculturalismo; de los males que tiene ahora la humanidad. El cono sur y su capacidad militar, puede ser el punto de partida para los conflictos que el nacionalismo católico imagina cuando la 5G China azote el tablero del Nuevo Orden Mundial.

Para el nacionalismo católico, Bergoglio debe actuar como lo hizo en el conflicto argentino contra los ingleses. La Santa Sede recuperó en Latinoamérica los territorios perdidos en Europa y, no obstante que Argentina, Brasil y Chile no son bases militares católicas, constituyen epicentros del nacionalismo católico que desarrollan magnitudes sociales y cadenas de eventos para desestabilizar cualquier orden social que sea contraproducente para sus intereses. La Guerra Cristera en México, es un ejemplo del intervencionismo y manipulación que se puede hacer para detener los proyectos sociales y anticlericales de un gobierno.

Ahora, la derecha religiosa de Norteamérica necesita el apoyo de la Iglesia Católica en su electorado y, quizá, en el control del mundo. El presidente Donald Trump, como Franklin D. Roosevelt, Eisenhower y Reagan, requiere de esta ayuda. Otra vez, la Internacional Dorada y la Internacional Negra, van a conjuntarse para contener a los progresistas, socialistas, ilustrados y otros grupos religiosos-raciales.

En la cruzada por occidente, Donald Trump será el Ronald Reagan de los jerarcas católicos, el nuevo Brzezinski puede influir en los ayatólas católicos para ir contra el Nuevo Orden Mundial. Aún cuando las pandemias ha generado que las potencias se delimiten a su entorno más inmediato, ningún espacio queda sin control y esa alianza entre la Iglesia Católica y el Partido Republicano, tendrá significativos consecuencias en los países subordinados a estas hegemonías.

En México, por ejemplo, la 4T ha quedado encerrada entre los pricomunistas guadalupanos chivatones y los ultraconservadores evangélicos y católicos que, con todo y lo que diga FRENA o hagan los movimientos sociales, tienen espacios ganados en la burocracia del actual gobierno. Si algo tienen los católicos, en palabras de Lucas Alamán, es el chambismo, la empleomanía, que no sólo implica

pertenecer a la clase más improductiva y parasitaria del mundo sino someter las instituciones a los intereses de los Obispos. ¿Terminarán apoyando a Morena, si AMLO también está interesado en la reelección de Donald Trump? Morena, como el PRI, PAN y PRD, ha generado un pragmatismo que vincula a las tendencias y facciones más antagónicas para generar un punto cero donde las decisiones quedan en los jerarcas católicos y los jefes de gobierno. La ultraderecha que está dentro de Morena, se está preparando para impulsar a AMLO si la Clerecía Romana se los pide, o bien, desestabilizar el gobierno si MORENA impulsa políticas que afecten los intereses tradicionales del catolicismo. AMLO, como FOX y CALDERÓN, sufre de la impotencia que genera el clericalismo de catacumbas.

El inmovilismo originado por la indefinición de las elecciones norteamericanas comienza a esclarecerse, la Iglesia Católica apoyará en forma pragmática a Donald Trump conforme la medida de sus intereses. Pero igual puede pactar con Joe Biden, de la misma forma que ha conseguido un concordato con China. El cual, no le viene mal frente al avance de otras religiones como el Islam y de la sociedad postmoderna y multireligiosa.

La amenaza del Covid generó un radical cambio en las estructuras sociales, la distopia del big brother se ha hecho realidad y todo mundo estará encerrado en la computadora. Después del 11S, la movilidad fue el objetivo de terroristas y potencias, finalmente, los seres humanos estarán localizados, separados y distinguidos. El caso de las burbujas deportivas en Florida, es la antesala de una forma significativa del Nuevo Orden Mundial.

Para la Derecha Religiosa norteamericana, existe la consideración de que sólo Trump puede enfrentar eficientemente a los Chinos o que, por lo menos, los espanta en forma adecuada. Si China sale airosa frente al Nuevo Orden Mundial, tendrá la posibilidad de extender su hegemonía en otras latitudes, como es el caso de Latinoamérica y comenzar una influencia cultural-política-social-económica que sería avasallante por la proximidad racial y lingüística con los grupos indígenas y mestizos en los países latinoamericanos y en el Sur de los Estados Unidos. Ello sin considerar la inmigración China que ha sido fuerte, constante y oculta (La experiencia de Tepito, Sinaloa, Chiapas y Yucatán son importantes avances en el reconocimiento Chino de la condición racial, sincretista y cultural que aproxima a su cultura el caso mexicano). China ha hecho un concordato con la Iglesia Católica, pero es poco probable que sobreviva si las religiones panteístas, animistas, sincretistas, budistas, ecologistas y contemplativas, encuentran un referente en la variable cultural de China. Queztalcóatl es un dragón chino.

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