Sin tardanza, tras el discurso de Michelle Obama la semana pasada en la convención virtual del Partido Demócrata, Donald Trump reaccionó con su usual socarronerÃa y mal gusto.
En su peculiar modo de gobernar por tuit escribió: Alguien explique por favor a Michelle Obama que Donald J. Trump no estarÃa aquÃ, en la hermosa Casa Blanca, de no haber sido por el trabajo que hizo su marido, Barack Obama. SÃ, habla de sà mismo en tercera persona.
Se podrÃa pensar, dado el contexto, que lo dicho por Trump tiene un carácter eminentemente polÃtico. Después de todo, Michelle Obama criticó severamente al presidente: su personalidad, carácter, capacidad y modo de gobernar. De modo literal llamó a la gente a votar en noviembre como si de ello dependiera la democracia en Estados Unidos, y como si en eso se fuera la vida misma.
Desde la campaña electoral de 2016, Trump ha arremetido contra la administración de Obama en prácticamente todos los asuntos: los internos y los de polÃtica exterior. De la misma manera ha ido ferozmente en su contra de modo personal.
Por cierto que el gobierno de Obama ha sido ampliamente criticado desde muy distintos ángulos, no podrÃa ser de otra forma; pero Trump lo hace con saña, mentiras flagrantes y exageraciones. Asà hace todo lo que tiene que ver con él mismo, sus negocios y su gobierno.
En el caso de Obama hay otro rasgo de este enfrentamiento directo entre ambos personajes. Asà quedó claramente expresado en su discurso en la convención un par de dÃas después del de su esposa, con otra dimensión polÃtica y otros énfasis, ciertamente, pero con algunos de los mismos acentos. El quid está en el carácter definitorio de la próxima elección.
Uno de los conceptos que rigieron el guion y el mensaje general de la convención se centró en la necesidad de devolver la decencia a la forma de gobernar, más allá incluso de la crÃtica de las polÃticas que se promueven en el actual gobierno y el Congreso en Washington.
PolÃtica y decencia es un binomio complicado, no porque necesariamente debiera derivarse un término del otro; no tendrÃa por qué ser asà más que como un principio deseable. La cuestión es enredada por las evidencias constantes que se dan en los hechos en torno al enfrentamiento que existe entre ambas nociones. Y no me refiero aquà a la relación entre la polÃtica y la moral; ese es otro asunto, incluso más complejo. En muchas circunstancias se puede manosear más la moral que la decencia.
Pienso que hay que valorar el enfoque que adoptó la dirección del Partido Demócrata, sin olvidar, por supuesto, que se trata de una lucha por el poder polÃtico y no un concurso de popularidad. Primeramente, dejando un poco de lado la convencional desafección que en este paÃs se siente por los gringos y, luego, considerando el cinismo con el que cada vez más se aprecian los actos polÃticos o el ejercicio del poder en todas partes.
La decencia, sin confundirla con la elegancia, es un atributo rescatable como norma básica del comportamiento social y está bastante mermado. Un gobernante que se comporta vulgarmente hace un flaco favor a la sociedad. DeberÃa ser repudiado. Todo esto es una manifestación de la degradación del acto polÃtico per se que se extiende por todo el planeta.
Pero hay más en la respuesta de Trump a Michelle Obama y, dicho directamente, tiene que ver con el hecho de que su marido, el ex presidente, es negro. El primer no blanco en alcanzar esa posición, lo cual en términos de la historia de ese paÃs le concede un lugar destacable.
No es éste el lugar para tratar la naturaleza de ese hecho y sus consecuencias polÃticas. Pero si lo es para intentar siquiera un breve atisbo.
Trump, en el gobierno siguiente al de Obama, acicatea y manipula la confrontación racial; incita de modo patente a los grupos supremacistas blancos; reprime con la fuerza pública las manifestaciones ciudadanas en torno al conflicto identificado como Black Lives Matter, sobre todo luego del asesinato de George Floyd; admira y favorece a los gobernantes más autoritarios; intenta abiertamente preservarse en el poder tratando de limitar el voto de la población negra; embiste contra el servicio postal para obstaculizar el voto por correo en plena pandemia.
Trump usa su poder en el gobierno para promover intereses personales y de sus negocios. Ha afirmado abiertamente que no se compromete a aceptar un resultado electoral que le sea adverso. Ése es el nivel de la discusión y el estado de las cosas en ese paÃs.
Trump habrá llegado al poder por Obama, pero no como sostuvo, debido al trabajo que aquél hizo, sino porque hay un peso secular en esa sociedad, sobre todo en la élite conservadora republicana y en los amplios segmentos racistas que no se perdonan que Obama llegara a la presidencia. AsÃ, han encontrado el modo de manifestar su encono en contra de un presidente negro y por extensión en contra de todo aquel cuya piel empiece siquiera a oscurecerse. Y de ahà el odio se desparrama como siempre lo ha hecho.
La historia polÃtica de este gobierno, asà como el curso de la próxima elección de noviembre, están escritos en negro y blanco.