Diario de un reportero
Otra vez hay campañas. Unos quieren ser diputados, otros quieren ser alcaldes, otros quieren ser otra cosa, lo que sea, y lo van a repetir día y noche en todos los medios posibles y en todos los tonos mayores y menores hasta que se acabe junio del año que viene.
Quienes ya hemos visto estos quehaceres políticos durante décadas sabemos que se trata del mismo infierno con diferentes diablos: habrá quien se vaya a dormir como miembro de un partido y despierte como candidato de otro. Habrá discursos y habrá quien repita en esos discursos promesas de otro tiempo, cuando uno todavía creía en las promesas. Habrá quien les crea.
Como antes, como siempre, dirán que vamos a vivir mejores vidas, que ellos saben cómo se deben hacer las cosas, que viene lo mejor, que vamos a ver la diferencia, que esto y que lo otro.
Habrá quien crea así nomás, sin ver quién es quién y candidato de quién a qué, y vaya y vote porque sí, o porque siempre ha votado por lo mismo o por los mismos o ambas cosas, y deposite la boleta en la urna y nos vemos hasta la próxima elección, gracias. Habrá que ver.
Campañas en las paradas y en los parques
A veces llego temprano a la parada del autobús y tengo tiempo de ver los carteles políticos que pusieron no hace mucho. Los de mi nuevo barrio tienen que ver con el salario mínimo en Suiza.
Hay dos propuestas: que los trabajadores ganen un salario mínimo que en pesos serían unos noventa y cuatro mil al mes (una iniciativa parecida no alcanzó mayoría hace unos años), y que hay que rechazar la idea de un salario mínimo para evitar que los comercios y empresas pequeñas sufran pérdidas o tengan que hacer recortes de personal.
El Estado paga la publicidad de los partidos y de las organizaciones civiles que presenten iniciativas populares (tienen que reunir al menos cien mil firmas para que su propuesta aparezca en las boletas electorales): un día uno sale a la calle y ve carteles en mamparas discretas en paradas de autobuses, parquecitos y plazas, y hay panfletos en los buzones y otros rincones inesperados. Los medios les prestan la atención necesaria. La gente va y vota. Al otro día ya no hay nada.
Cuando hay campañas electorales, se instalan casetas en plazas y parques, y uno o dos muchachos le preguntan a uno si conoce las propuestas de su partido. Algunos ofrecen café y galletitas. Otros, agua. Y uno acaba y se va, y todo vuelve a ser como si nada.
Morena desde acá
Uno ve los comentarios de los colegas que anticipan la muerte del Movimiento Regeneración Nacional, y lee lo que ponen los amigos en las redes sociales, y
oye lo que dicen por otras partes, y comprende que el partido en el poder no vive el mejor momento.
Aunque hay muchos aspirantes a dirigir el Morena, para uno hay dos opciones: la experiencia de Porfirio Muñoz Ledo o la esperanza que representa Gibrán Ramírez Reyes. Ambos consideran que la organización que ganó las elecciones no está cerca de quienes tendría que representar.
"Hemos pasado estos dos años ensimismados, hablando de consejos, de congresos, de estatutos, de impugnaciones, del INE y del Tribunal, cuando deberíamos hablar del pueblo y del país", denunció Ramírez. "No hay voluntad de cambio".
Muñoz Ledo advirtió que en vez de pensar en el futuro Morena ha dado "un salto hacia atrás de treinta o cuarenta años, y lo puedo decir porque yo lo viví". Uno de los políticos más completos de México – en opinión del columnista –Muñoz Ledo ha sido líder de tres partidos, dos veces secretario de Estado, diplomático y maestro. Cuando intentaron excluirlo del partido, aseguró: "Yo no me voy de Morena, Morena se sale de mi corazón".
Antes, cuando el sistema tenía una misma cara, uno también elegía entre la experiencia y la esperanza, pero de otro modo: la experiencia propia decía una cosa y la esperanza colectiva ofrecía otra. En este caso, uno advierte que hay quienes están interesesados en invertir su experiencia y volcar su esperanza en una conversación colectiva sobre sus principios y sobre cómo deben hacerse las cosas. Ojalá resulte, para mejor servicio de la República.
Uno también se entera de la coalición invertebrada de PRI, PAN y PRD que está dispuesta a lo que sea con tal de que Morena pierda el poder. Uno se pregunta qué pasó con los principios ideológicos de esos partidos – principios opuestos entre sí –, qué fue de sus programas políticos, cuándo desaparecieron los límites. Ya los veremos en sus campañas.