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Acoso (bully) en la red


Samuel Schmidt

Las llamadas redes sociales han sido invadidas por gente con una pobreza intelectual desmedida que ante la ausencia de argumentos lleva a agresiones inmediatas. Destaca en la agresión dos componentes:

1) Una actitud de acoso donde el atacante pretende que el agredido guarde silencio y se aguante la agresión. Igualito a como actúa cualquier acosador que insulta y agrede y amenaza con más agresión si la víctima se defiende. Si le recuerda esto a la actitud de Putin en Ucrania, va usted en la dirección correcta

2) Los acosadores recurren a adjetivar recurriendo a prejuicios, muchos de ellos que supongo son jóvenes, se regodean acusando al otro de “viejo”, como si los años acumulados sean para avergonzar. Cómo tratarán a su madre a la que seguramente verán como “vieja” si es que todavía la tienen.

Este fenómeno tiene tres explicaciones posibles en México.

A) El bajo nivel de la educación. El mexicano promedio termina hasta segundo de secundaria, aunque sospechamos que con un nivel escolar muy bajo, sus habilidades matemáticas y de lenguaje son limitadas.

B) El bajo nivel de cultura. El mexicano promedio lee un libro y medio al año y para este promedio se incluye el libro vaquero que no se caracteriza por ser de elevado nivel. Quien no lee no se entera de la riqueza del pensamiento y de las ideas.

C) El profundo racismo existente entre el mexicano que lo lleva a odiar a todo lo que no es como él, aunque en el fondo parafraseando a Jerz Lec: el mexicano racista odia al otro porque se parece tanto a él.

Cuando éstos componentes se mezclan y usualmente lo hacen en la red, el resultado son improperios e insultos, pero si mezcla usted la baja educación, con la baja cultura y el racismo con la actitud de acoso, encuentra expresiones de un sub nivel impresionante.

Las redes son un espacio de expresión y catarsis, y sin duda, también de libertad de expresión, aunque se sienta que es libertad para insultar. Las redes se han convertido en un espacio para que cada quién sea libre de desparramar su bilis y sus prejuicios aunque no hay que permitirles que sean impunes.

Muchas personas entran a las redes de forma anónima para encubrir su agresión, esos son además cobardes porque no están dispuestos a confrontar a los que agreden.

El elemento ausente en las redes son las ideas, ausencia que se desprende de la pobreza intelectual y cultural ya mencionada. Es poco probable que una sociedad que no lee y no aprenda de discursos intelectualmente madurados, pueda entrar al debate de las ideas. Esto se refleja claramente en el discurso de los partidos políticos que han eliminado las ideologías a cambio de poder hacer alianzas con el exclusivo propósito de no perder el poder. Pero también lo encontramos en el poder legislativo dónde es más frecuente la injuria que la articulación ideológica.

En lo que se dado por llamar la batalla por la nación, abunda la pobreza de ideas y se impone la defensa y promoción de intereses económicos en lugar de existir visiones contrapuestas del modelo de nación que se quiere lograr. Lo grave del asunto es que aún los académicos caen en este garlito, muchos optan por la infodemia, por las noticias falsas, en lugar de plantear que tipo de futuro les gustaría construir. Y es que en el fondo, la inercia es mucho más cómoda porque el esfuerzo de construir el futuro requiere de compromisos y dedicación.

Las redes sociales son negocios privados, como bien lo acaba de mostrar el oligarca Elon Musk, pero dada su masificación se han convertido en factores de participación donde debe imponerse la libertad; muchos cabalgan sobre esa libertad para disparar sus odios y prejuicios, lo que anula a las redes como factor de apoyo a la democracia.

La libertad de los zafios no es una señal de salud democrática, es una muestra inefable de las dificultades para construir un régimen de libertades que apuntale a la democracia. Es por eso que tiene razón quién sostiene que el reto para cualquier democracia está antes que nada en la educación.

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