Xochitl Patricia Campos López
La desaparición física de Joseph Ratzinger generó inquietud por la crisis generada en el catolicismo al momento de la renuncia al papado en 2013. A partir de entonces; no obstante, la sucesión del máximo líder de la jerarquía clerical en Mario Bergoglio, una diarquía entre progresismo moderado y conservadurismo integral intransigente comenzó a conducir los destinos de la Iglesia Católica. El catolicismo nunca ha sido monolítico, pero la muerte del Papa Emérito hace recordar la escisión profunda que desde el Concilio Vaticano II ha marcado las tendencias universales del cristianismo romano.
Los contactos entre México y estos últimos representantes de la Santa Sede han sido antagonistas. Mientras la visita de Ratzinger legitimó el nacionalismo católico de inspiración hispanista que distingue a la derecha mexicana, Bergoglio ha llamado la atención a dicho hispanismo proyanqui franquista para que se aproxime a los movimientos sociales y entienda la evolución descolonial en Latinoamérica. Esta situación ha sido compleja para la burocracia clerical de México, lo cierto es que el catolicismo popular se mueve independientemente y a contrasentido de las autoridades. El Doctor Elio Masferrer ha insistido desde hace muchos años en que no se estima de forma cuantitativa adecuada la dinámica católica de México, ni se entiende, ni se atiende.
El sedevecantismo del nacionalismo católico más extremo y próximo a la ultraderecha fascista emerge con la muerte de Ratzinger y la tentativa de Bergoglio a proceder de la misma forma que su antecesor, si las circunstancias físicas frente al manejo del enorme poder que representa el Obispo de Roma lo requieren. No sería incorrecto considerar el federalismo en la Iglesia Católica o la emergencia de Iglesias Nacionales frente a la perspectiva de un mundo postcovid que plantea retos más que postmodernos.
La ola ultraderechista que comienza a irradiarse desde la misma Italia adopta el vacío que representó la postura de Joseph Ratzinger para regenerar y construir un renacimiento de las modalidades más autoritarias del conservadurismo europeo, a veces semejante a la filosofía ariosófica. En México ha sido escasa la audiencia para las ideas del Papa Francisco, los principales grupos burocráticos y de acción católica le conceden silencio, pero no le acatan.
La ausencia de Benedicto XVI será un impulso para el catolicismo nacionalista hispanista proyanqui que ha iniciado una cruzada mesiánica para combatir al Ungido de la Cuarta Transformación. El pluralismo religioso que se consideraba neutral y cosmopolita rumbo al 2024, comienza a manifestarse fundamentalista.
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