Xochitl Patricia Campos López Si bien la Cuarta Transformación ha intentado regenerar la política mexicana, lo cierto es que ha terminado por sucumbir a la inercia del cacicazgo y, en esas condiciones, representa un alto riesgo para la institucionalización del sistema político mexicano. Mientras los caciques, en su soberbia, se auto perciben como Napoleón o Putin, pierden de vista que no son estadistas sino liderazgos tropicales. Frente a autoritarismos competitivos que han edificado naciones, imperios, instituciones y sistemas normativos, los caciques suelen ser ambiciosos que sólo viven de la traición. A los caciques no los quiere ni el demonio; probablemente por eso abundan en México. El poder político en nuestro país siempre ha estado dividido; por ello, como señala el estudioso Rogelio Hernández, el valor del cacique resulta determinante para que nada funcione. Antes de que el país naciera a la vida independiente, el cacicazgo tendió puentes con el imperialismo y, aun cuando se ha sofisticado, tal condición persiste hasta hoy. La Malinche, como montaña, monumento y conmoción, se encuentra presente para explicarnos la principal razón por la cual México sufre subdesarrollo, ausencia del estado de derecho, analfabetismo, violencia generalizada y una guerra civil de baja intensidad. La causa son los líderes particularistas que han sobrevivido gracias a su estrategia de confrontación a las instituciones jurídicas y al fantasmagórico Estado Mexicano. Los caciques son los más dispuestos a la traición que perjudica la Nación, por ello son los consentidos de los españoles, eclesiásticos, extranjeros y narcotraficantes. Ha cobrado momentánea notoriedad el drama municipal de Coyomeapan, Puebla, que da cuenta de la disputa por el poder entre familias importantes. Sin embargo, las historias de violencia, abuso, depredación, genocidio, extorsión y cinismo se reproducen en los más de doscientos municipios de la entidad. Nadie ha hecho nada, nadie hará algo. Los caciques transmiten el poder a hijos, familiares, compadres y subordinados. Las casacas del PRI, PAN, PRD, Morena o cualquier otro partido son instrumentos para heredar la carga de rencor, autoritarismo y enriquecimiento criminal.
La lucha entre caciques y sus familias constituye, así, el devenir del país a escala local y nacional. Coyomeapan y, en general, el Estado de Puebla son escenario de esa lucha de redes familiares, frente a las cuales nadie tiene la capacidad para pensar en instituciones o patria, como la mayor parte de los líderes mexicanos, desde un enfoque freudiano, sufren del complejo de Edipo, lastimando a la matria, y así trascienden la vida.
Como en Nuevo León, en Coyomeapan, el Congreso Local ha tardado el infinito para organizar la gobernabilidad, resguardar en lo mínimo la administración pública. El servicio a la sociedad y la justicia cívica parecen lo menos importante; en cambio, el protagonismo político y la lucha por el poder constituyen elementos que significan, inclusive, pretender el golpe de estado o la revolución. La tragedia de Coyomeapan no es reciente, y aunque la docena de muertos resulte impresionante, son un episodio de –por lo menos- tres décadas de impunidad por parte de la clase política local. ¿Qué tiene que pasar para que los legisladores locales atiendan lo que pasa en sus distritos o entidades? Los representantes del poder ejecutivo exhiben la corrupción y criminalidad que distingue a los legisladores cuando la crisis de poder alcanza dimensiones mayores, pero ¿por qué no hacen nada los diputados locales cuando la crisis de gobierno resulta tan evidente? El abuso caciquil de alcaldes y gobernadores son una constante de la comunicación entre ciudadanía y poder legislativo. Los diputados locales parecen no enterarse de nada, hasta que las tragedias pasan y a veces ni así, las historias municipales se ocultan como la masacre de Jolapa, Puebla, en la segunda mitad del siglo XX, y cientos más, muchos más para el trabajo de la microhistoria posterior al siglo XXI. Mientras sigan corrompiéndose ante las cuentas públicas y las denuncias de injusticia local, los miembros del poder legislativo local seguirán como promotores del cacicazgo. Puebla es un estado pródigo en cacicazgo y, por ello, como otras entidades, es una de las economías más atrasadas y expulsoras de mano de obra migrante. La historia no cambia; al contrario, se repite y perpetúa. Coyomeapan es una constante de México, una rémora del atraso e impunidad, ahora representada por Morena. ¿La modernizadora y progresista Claudia Sheinbaum comprenderá la distancia –en años luz- que priva entre la CDMX y Puebla? Las omisiones del poder legislativo local hacen parecer que la Cuarta Transformación sólo existe en la capital del país; empero, así como se advierte el futuro, quizá ni eso.
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