Divagaciones de la Manzana
Martha Chapa
Bien sabemos que cuando no hay estabilidad política o certidumbre jurídica, aparece uno de los mayores estragos para el país: la fuga de capitales, lo cual influye muy negativamente en el crecimiento económico y el bienestar social de la población.
Aquí, hemos tenido varias y dolorosas experiencias en el pasado reciente por errores de algunas de las gestiones presidenciales, como podrían ser las de los sexenios de Echeverría o de López Portillo. Luego, tras de esos tiempos tan dramáticos y dañinos, creímos que de alguna manera se habían superado, renovándose la confianza de los inversionistas, de dentro y fuera del país.
Por desgracia, ahora de nueva cuenta se presentan signos ominosos en el panorama económico y financiero del país, cumplido el tercer año de gobierno del presidente López Obrador.
Nos cimbró en días recientes el dato de qué las fugas de capitales se han venido registrando desde inicios de su gestión y sobre todo en lo que va de julio a septiembre del presente año. Estamos hablando de la escalofriante cifra de 14 mil millones de dólares, cuyo incremento rebasa más de un mil por ciento, que no se registraba desde 2009.
La verdad es que no es tan sorpresivo, aunque si sumamente doloroso, porque hemos atestiguado esa incertidumbre reinante en el gobierno de López Obrador, tanto por su divorcio con amplios sectores del empresariado mexicano como sus amenazantes desplantes o recibiendo a dictadores de Latinoamérica qué tienen a sus países social y económicamente postrados.
Ha surgido entonces ya, tal desconfianza entre los inversionistas, sean nacionales o de origen internacional, que habiendo transcurrido un trienio de su gestión se está lejos de corregir u procurar un desarrollo económico, equitativo y benéfico, además de que continúan las balandronadas y la bipolaridad gubernamental en cuanto a sus políticas públicas. Situación que se agrava, cuando un gobernante como él, lejos de rectificar
extravíos, alega también que tiene otros datos, siempre fuera de la realidad. De seguir así, es evidente que puede generar mayores desastres, como los que hemos padecido los mexicanos por los desatinos presidenciales, de errática visión, estrategia equivocada, caprichos desmesurados o decisiones autoritarias.
Por igual, se requiere de un buen gobierno, eficaz y conciliador, un factor indispensable, que se niega con frecuencia con nombramientos desafortunados, falta de planeación y supervisión del Presidente respecto a su gabinete.
Prendidos están los focos amarillos que de repente tintinean ya en tonalidades rojas, alertándonos de una posible debacle económica que nadie quiere ni puede desear y que justamente va en sentido contrario a lo que este régimen pretende reducir: la pobreza.
En todo caso, la salida de dinero sólo genera pobreza, atraso, marginación, inequidad y catástrofes socioeconómicas que peligrosamente pueden perfilar un presente y futuro fallidos.
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