Caudillismo Caciquil
- fermarcs779
- Nov 10
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Diego Martín Velázquez Caballero
Andrés María Mateo, personaje estudiado por Carlos Sola Ayape, fue un sacerdote nacionalista católico enviado por Francisco Franco para entender el régimen de la revolución mexicana. Los falangistas pensaban que México podía constituirse en un soviet comunista republicano que se lanzara a la reconquista de la Península Ibérica y destruyera la civilización cristiana occidental; por ello, resulta interesante la misión de estudio e inteligencia que realizara este personaje de religión. El padre Mateo tuvo la consigna de definir lo que muchos politólogos mexicanos, a decir también de Daniel Cosío Villegas, no han podido: perfilar el sistema político mexicano.
El informe final del sacerdote informante falangista indicaba que México no representaba ninguna amenaza para la dictadura católica franquista ni para la Hispanidad, México no era ni comunista, ni podía ser fascista, ni cosa alguna que se parezca a los sistema políticos modernos. La clase política mexicana le resultaba una caterva de populistas abusivos, ventajosos y ladrones. Quizá tomando la sabiduría eclesiástica de la simpleza y practicidad, Mateo define a México como un sistema de caciques donde el presidencialismo y partido de estado son empleados como fachadas para establecer una gobernabilidad formal.
El sistema político mexicano puede entenderse como una estructura profundamente caciquil y medieval, enraizada en formas de poder personalista, autoritario y patrimonialista que han perdurado a lo largo de su historia. Desde sus orígenes, el país ha estado marcado por la presencia de caudillos y caciques que, lejos de consolidar instituciones democráticas sólidas, han ejercido un control basado en la lealtad personal, la violencia y la cooptación de recursos y espacios de poder. La Revolución Mexicana, lejos de erradicar estas prácticas, las transformó en mecanismos de dominación que se adaptaron a las nuevas formas del Estado, resultando en una continuidad del caciquismo posrevolucionario que se entrelazó con el surgimiento del régimen priista. Este sistema, en lugar de fortalecer las instituciones, las subordinó a la figura del líder y a las élites que lo rodeaban, consolidando un modelo de poder que se asemeja peligrosamente a las formas medievales de control social y político, donde la autoridad se ejerce de manera personalista y autoritaria, en un marco de clientelismo, violencia y falta de pluralismo real. La estructura del poder en México sigue siendo, en esencia, una red de caciques regionales y locales que articulan su influencia mediante camarillas, relaciones patrimonialistas y mecanismos de coacción, en un sistema que parece anclado en prácticas premodernas y que limita la posibilidad de un sistema democrático auténtico y pluralista.
La política comparada, cuando es de calidad, reafirma las ideas del Padre Mateo. Andrés María también logró identificar la presencia de España en México, vio reminiscencias de la Falange en el PRI, reconoció a las Familias del Franquismo reflejadas en la Familia Revolucionaria y relacionó la Hispanidad con la Mexicanidad. La odisea del Padre Mateo merece ser estudiada por los científicos sociales latinoamericanos, quienes a menudo recurren a complejos subterfugios y eufemismos con tal de reinventar conceptos básicos. Nuestro intrincado laberinto simbólico sigue anclado al Modelo Habsburgo, que se mantiene firme como una roca. Por esta razón, el Padre Mateo decidió emigrar a Estados Unidos, donde permaneció hasta la muerte del dictador español.
La tragedia que ha enfrentado la familia de Carlos Manzo, la violencia descontrolada en Michoacán y el éxodo de mexicanos hacia Norteamérica reflejan, de manera empírica, la epopeya de Andrés María Mateo. El cacicazgo es una síntesis histórica de lo español y lo indígena surgida de la Contrarreforma, que carga consigo la maldición del subdesarrollo, de una violencia perpetua y de una cobardía que parecen eternas e inmutables. México es Comala, la tierra de los santos inocentes.
Al igual que el Padre Mateo, más de cincuenta millones de mexicanos han descubierto que amar a México solo es posible desde la distancia, sobre todo desde los Estados Unidos. La Spanglishdad se perfila como la única opción frente a una Mexicanidad e Hispanidad tan debilitadas que se han convertido en un auténtico problema de seguridad nacional para Estados Unidos y el mundo occidental. Los caciques, con su impresionante capacidad de adaptarse y transformarse, siguen siendo dinosaurios del pasado, pero representan las nuevas patrimoniarquías del siglo XXI en México, ahora equipadas con tecnología como los narcodrones y ejércitos mercenarios como Blackwater; la alianza chino-terrorista los convierte en el foco de atención para líderes como Donald Trump. ¿Habrá prestado atención la CIA al informe del Padre Mateo?






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