Diario de un reportero
Miguel Molina
La historia se repite. Hace diez años, en Veracruz (como pasó durante más de medio siglo en casi cualquier otro estado) se hablaba con insistencia sobre la posibilidad de que el gobernador dejara el puesto para irse a servir los destinos más elevados de la Nación.
Pasaba cada seis años, pero siempre era igual: alguien corría el rumor de que el gobernador se iba a México porque el Presidente (había quienes pronunciaban la mayúscula) lo había invitado o pensaba invitarlo o podía invitarlo a integrarse al gobierno federal.
Alguien publicaba eso y otros citaban al columnista original aunque no lo nombraran. Y la bola crecía, pero los rumores eran rumores que, en algunos casos, habían nacido del deseo de quienes veían un futuro mejor para su jefe y para ellos por añadidura, aunque no faltaban los cuentos inventados por enemigos del hombre o creación de despistados o de ingenuos, o de ambos.
Lo que tenían en común es que no eran verdad sino pensamientos ilusorios (wishful thinking, como se dice en inglés), fantasías, sueños guajiros que sólo parecían reales en columnas políticas y pláticas de sobremesa. En Veracruz, el último gobernador invitado al gabinete antes de terminar su mandato fue
Fernando Gutiérrez Barrios, quien fue secretario de Gobernación de Carlos Salinas de Gortari durante cinco años. Pero eran otros tiempos.
Vaya o venga un gobernador u otro, los retos del gobierno, los desafíos que tenemos, seguirán siendo los mismos gobierne quien gobierne si siguen gobernando de la misma manera, porque no dejo de oir ecos del priismo original en el discurso, veo que siguen haciendo política como antes, cuando el fin justificaba los medios, y compruebo que están muchos de los que estuvieron en otras partes en otro tiempo. Lo que le dio el triunfo a Morena (la suma indiscriminada de personas y organizaciones políticas) va a causar su caída.
En el caso concreto de Veracruz, oigo que el gobernador declaró que había escuchado algunas voces que lo llamaban al teatro político nacional, pero esperaba que el movimiento le permitiera concluir bien el encargo que le dieron los veracruzanos. "Siento que es mi obligación", dijo el mandatario. Allá él y el movimiento.
El que hace cumplir la ley no la cumple
Mucho se pierde cuando el que hace cumplir la ley no cumple la ley. Es el caso del Tribunal Superior de Justicia del Estado Libre y Soberano de Veracruz-Llave, para decirlo con todas sus mayúsculas.
Mientras se resuelve el lío de las ciudades jurídicas cuya construcción se ordenó a la ligera, mientras se olvida el escándalo de la edad de la actual presidenta (que ya tenía que haberse jubilado, habida cuenta de que echaron sin miramientos a la anterior cuando cumplió los setenta), mientras se aclaran las cuentas de un presupuesto que se acabó sin que nadie lo notara, sigue
pendiente el laudo que emitió el Tribunal de Conciliación y Arbitraje para reinstalar de forma inmediata al periodista Gustavo Cadena Mathey en el área de Comunicación Social de donde fue despedido injustamente hace seis años. Qué bonito ejemplo...
Desde el balcón
Pues nada, estas son historias de Asturias. Uno se va a Asturias a ver qué y cómo, y se le aparece un país de cumbres y costas y ciudades pulquérrimas.
En las sidrerías, los mozos alzan el brazo con la botella y dejan caer – con un gesto de desdén – el chorro en el vaso que abajo tienen en la mano. Uno los mira procurando no verlos para no hacer más evidente la condición de turista, y finge que hay algo más allá de ellos mientras la sidra cae de la botella al vaso.
Se pasa medio día en Oviedo buscando sin encontrar un conito para hacer café de filtro, y termina la noche en una cervecería llena de familias donde Álvaro, que no tiene más de siete años, encuentra un centavo en el suelo y se lo da al mozo para que lo guarde por si alguien viene a buscarlo, y el corazón – que ya está resignado a seguir tomando café en polvo en el hotel – se llena de gozo al ver tanta inocencia.
Una mañana va uno a visitar las ruinas de dos iglesias pre-románicas en un cerro de la afueras de la ciudad. Ve uno lo que queda de los edificios, se maravilla con lo que podían hacer antes y va en busca del autobús de regreso a la ciudad. Hay una carrera de maratón, y el autobús va a una calle cerrada a otra, y pasa dos, tres veces por la misma parada, hasta que uno ve a lo lejos los edificios del barrio
de la estación del tren, y se baja del camión y camina, y se sienta en un bar y toma un trago para celebrar el paseo inesperado.
Y una mañana toma uno el autobús en Gijón y va a Villaviciosa.
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