Divagaciones de la Manzana
Martha Chapa
Una vez realizado el proceso electoral de la Revocación de Mandato, el gran ganador es el Instituto Nacional Electoral (INE).
Tras de una serie de agresiones, cuestionamientos y limitaciones presupuestales que le fueron impuestos, la institución mostró de nueva cuenta su capacidad organizativa, eficiencia, legalidad, convocatoria ciudadana, transparencia y certeza.
Sus resultados fueron impecables, y tan oportunos y creíbles, que alejan o al menos debieran posponer las intenciones perversas del presidente López Obrador de querer reformarlo de acuerdo con sus intereses políticos.
Cuando decimos INE pensamos igualmente en el testimonio de la ciudadanía y su convicción democrática de salir a cumplir plenamente un deber cívico, como ocurrió el domingo pasado, además de hacerlo con magníficos resultados desde su montaje y organización hasta la conclusión, o sea, antes, durante y después de la elección del domingo 10 de abril.
Respecto al proceso en sí de la Revocación de Mandato, se advierten más pérdidas que ganancias, pues en este caso en particular, lejos de ser una demanda ciudadana como se inscribe en nuestra Constitución Política, fue orquestada desde Palacio Nacional, por lo que no podemos afirmar que se haya tratado de un ejercicio de democracia participativa.
También, mucho se dijo que más que una revocación fue una ratificación, nacida de la egolatría del presidente así como de suministrarnos elevadas dosis de distracción social, a falta de una buena gestión de gobierno junto a la intentona de buscar desesperadamente una mayor legitimidad y credibilidad por lo que resta de su gobierno hasta completar el sexenio.
Nadie, como sabemos, es decir ningún organismo de la sociedad civil, pidió o solicitó que se hiciera o procediera tal consulta, por lo que sobresale el abrumador abstencionismo de más del 80% del electorado. Resultado que se inscribe no en el
rechazo de este procedimiento, sino a una gestación artificial y despilfarradora de recursos, tan necesarios para aplicarse a otras urgencias nacionales ya sea en materia de salud, seguridad pública o bienestar social. Y si bien, la mayoría de los votos fueron favorables a López Obrador obtuvo mucho menos de los que consiguió en las elecciones presidenciales y es equivalente en todo caso al voto duro con que cuenta realmente él y su partido Morena, que de repetirse en el 2024 sería insuficiente para ganar una elección presidencial, aunque no haya propiamente parámetros confiables para comparar o medir esta votación con anteriores procesos electorales.
Otra interpretación se fundamenta en que, a pesar del total de los votos un buen porcentaje pide que López Obrador siga, justamente exige que se respeten y cumplan los preceptos de nuestra Constitución, en términos de que fue electo para gobernar seis años y debe cumplir con su periodo. Y, especialmente, ponerse a gobernar ahora sí que para bien del país, dado que han transcurrido tres años de verbalismo, polarización, distracciones, demagogia y déficits en prácticamente todos los rubros esenciales de la vida social, política y económica del país. Todo esto sin contar los acarreos, las presiones a servidores públicos para ir a votar y la estructura del poder sometido al interés electoral, en especial el reparto de nuestros impuestos disfrazado de pensiones.
Que decir del gasto que inútilmente se hizo por mil ochocientos millones de pesos que en nada nos beneficiaron realmente, pues el país sigue igual que antes o después de este proceso llamado de Revocación de Mandato, sin olvidar la acumulación de flagrantes violaciones a la ley cometidas por el presidente y algunos miembros de su gabinete, notablemente el Secretario de gobernación, y el Jefe de la Guardia Nacional, al igual que otros evidentes y abusivos apoyos económicos para una propaganda política avasalladora, sobre todo en las grandes ciudades del país, repletas de anuncios espectaculares y bardas, que hasta ahora no sabemos quién y cómo fueron financiadas.
Así, lejos de ser un proceso histórico que hubiera sentado un benigno precedente por su origen y alcances, arrojó muchas pérdidas, excepto la gran ganancia de tener al INE y por ello la necesidad y el deber de defenderlo a toda costa.
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